La Habana ha vivido este martes (madrugada del miércoles en España) una de las mayores concentraciones que se recuerdan desde el triunfo de la Revolución, hace 57 años. Una enorme multitud se fue congregando desde las 13.00 horas, hora local (seis horas más en España) para honrar la figura del que ha sido el líder histórico de la Cuba comunista, Fidel Castro. El acto, que empezó pasadas las siete de la tarde, se llevó a cabo en la plaza de la Revolución, lugar conocido, entre otras cosas, por ser el escenario donde Fidel pronunció la mayor parte de sus más memorable discursos.
El acto de homenaje, largo y tedioso y que se prolongó casi cuatro horas, consistió en sucesivos discursos pronunciados por parte de los jefes de Estado y de Gobierno que acudieron a La Habana para rendir su último homenaje al fallecido líder cubano. En total hablaron una veintena de representantes de cuatro continentes. El último en hacerlo fue Raúl Castro, que asumió el cargo de jede de Estado en el 2006 tras dejarlo por enfermedad su hermano Fidel. “Para tranquilidad de todos yo soy el último orador”, empezó diciendo Raúl y tras hacer un repaso de parte de los acontecimientos más significativos del liderazgo de su hermano Fidel acabó con la consigna “hasta la victoria siempre”.
Antes de Raúl tomaron la palabra, entre otros, los presidente de Ecuador, Rafael Correa, que condenó el “criminal embargo” de medio siglo que sufre la isla caribeña, el de Suráfrica, Jacob Zuma, que agradeció el apoyo militar cubano a la independencia de algunos países africanos, el primer ministro de Grecia, Alexis Tsipras, que alabó la figura del que calificó como “gran revolucionario del siglo XX”, y el presidente de Venezuela, Nicolás Maduro, que, junto al de Nicaragua, Daniel Ortega, fue el que pronunció el discurso más largo y grandilocuente.
Horas antes de la multitudinaria ceremonia de homenaje, los centros públicos habían cerrado temprano para que los trabajadores se desplazaran a la plaza, a bordo de autobuses de transporte público fletados especialmente para la ocasión, también los vehículos escolares. Las principales calles que desembocan o circulan alrededor de la plaza se cerraron al tráfico. La marea humana que se desplazada para rendir homenaje al fallecido líder cubano contrastaba con aquellos vecinos de La Habana ajenos al acto de homenaje y que parecían mas preocupados por buscar desesperadamente un modo para regresar a sus casas, ya que la ciudad se había quedado sin transporte público.
La ceremonia ha sido la culminación de dos días en los que cubanos afines a Fidel Castro han hecho largas colas para pasar frente a la urna que contiene las cenizas del comandante, que a partir de este miércoles recorrerán, franqueadas por una larga comitiva, los 900 kilómetros que separan La Habana de Santiago de Cuba, donde será finalmente enterrado el próximo domingo. Antes de enfilar la carretera central que une las dos ciudades, la comitiva transcurrirá por las principales calles y avenidas de La Habana, como hizo Fidel Castro cuando entró victorioso en la capital el 8 de enero de 1959.
Muchos cubanos se despiden con cariño del mandatario pero ahora, con el vacío dejado ante su partida definitiva, necesitan darse un tiempo de reflexión. Digerir la noticia de que se apagó la única voz que escucharon durante más de medio siglo y ver qué fue de sus vidas, de sus familias divididas, de sus hijos en la diáspora.
Carmen, que trabaja en un centro comercial de la capital, acudió a la plaza convencida que era su obligación. “Lo que siento con su ausencia en como un vacío que se siente en el estomago. Es como miedo porque, bueno o malo, con Fidel había un orden, nadie moría de hambre, los niños tenían maestros. Estábamos acostumbrados a él y ahora no sabemos qué va a pasar. Cuando se vaya Raúl dentro de dos años (Raúl Castro ha dicho que abandonará la presidencia en el 2008), me imagino que será peor. Se dice que más vale malo conocido que bueno por conocer”, dice
Junto con el resto de trabajadores del Centro Comercial, Carmen abandonó el edificio, que cerró sus puertas a la una de la tarde, para ir a la plaza. Concentraron a todos en la entrada y de ahí salieron andando en grupos. La plaza está cerca y es fácil ir a pie, así que todos empezaron a caminar en grupos. “Yo voy porque lo siento, me creo en el deber de hacerlo, de despedirme de Fidel, a lo mejor hasta lloro, pero hay otros de mis compañeros que van para hacer el paripé, quiero decir la fachada, para no señalar ni buscarse luego problemas y por el camino se desvían y no llegan a la plaza”, añade Carmen.
“Si no lo hubieran incinerado, creo que habría entrado a verlo, para comprobar que en verdad está muerto”, decía por su parte Roberto Valencia, un maestro ronero de 70 años que no asistió al acto en la plaza de la Revolución. “Ahora así no hay forma de aclararme qué es lo que siento porque un día lo quise y otro lo odié”, explicaba.
La Plaza de la Revolución, que tuvo por primer nombre el de Plaza Cívica, data de tiempo de Fulgencio Batista y es una de las mayores del planeta con 72.000 metros cuadrados. Ahí radica el poder en Cuba. Agrupa al Comité Central del Partido Comunista de Cuba (PCC), los ministerios de las Fuerzas Armadas (Defensa) y del Interior, que tiene en la fachada la más conocida imagen del Che Guevara, y los Consejos de Estado y Ministros.
Para llegar a la Plaza de la Revolución los extranjeros no necesitaron mapas ni tampoco preguntar, bastaba con seguir las filas de carteles con las fotos de Fidel que inundan La Habana. Para los que lleguen desde el sur, les será suficiente guiarse por las interminables hileras de buses detenidos y que transportaron a las personas desde distintos puntos de la cercanía, desde barrios lejanos o de los pueblos en la proximidad de la ciudad. También fueron trasportadas personas desde unidades militares, centros escolares y de trabajo.
El periodico
Tags internacional