En un momento tan delicado de la historia de Estados Unidos, Hillary Clinton escogió el más simbólico de los lugares posibles para cerrar su campaña electoral: la explanada de Independence Hall en Filadelfia, donde se aprobó la Declaración de Independencia y se redactó la Constitución. Decenas de miles de personas abarrotaron la explanada en medio de un renovado optimismo demócrata. Bruce Springsteen, Jon Bon Jovi y Lady Gaga pusieron la música, mientras Bill Clinton y el matrimonio Obama hacían de teloneros para la demócrata que, tras muchos meses de campaña convulsa, prometió ser la presidenta de todos para volver a unir al país. “El amor siempre triunfa sobre el odio”, dijo Clinton.
La trascendencia de estas elecciones se refleja en la movilización de los votantes. Más de 40 millones de estadounidenses habían votado hasta el lunes de forma anticipada, un registro nunca antes alcanzado. La participación masiva de los hispanos en varios estados decisivos como Florida y Carolina del Norte ha devuelto la confianza a los demócratas y todas las predicciones dan muchas más opciones a Clinton, aunque nadie descarta que el voto oculto acabe deparando una sorpresa. Five Thirty Eight le da ahora el 70% de probabilidades, mientras el New York Times las eleva al 84%. El anverso de esa lectura es la caída del voto afroamericano y el aumento del voto blanco, el único capaz de aupar a Trump hasta la Casa Blanca.
En sus argumentos finales, antes de que comience la jornada electoral, ambas campañas acabaron con tonos muy distintos. Mientras Donald Trump azuzaba los miedos del país, atacaba a la prensa y se confabulaba para “derrotar al sistema corrupto”, Barack Obama pedía a los votantes que abracen “una América esperanzada, inclusiva y de gran corazón”. Para el presidente, cuyo legado difícilmente sobrevivirá si gana el republicano, fue nada menos que su decimoséptimo acto de la campaña. “Espero que mañana rechacéis el miedo y escojáis la esperanza”.
Aunque todos los invitados del mitin de Filadelfia trataron de desdramatizar el presente y ponerle luz al futuro como antídoto al fatalismo de Trump, no faltaron las críticas al millonario neoyorkino. Después de tocar ‘Thunder Road’ y evocar en ‘Long Walk Home’ la vida de las pequeñas ciudades donde la amistad y la solidaridad entre vecinos sigue siendo un rasgo distintivo, Springsteen dijo que el magnate tiene “tal falta de decencia que es capaz de priorizar sus propios intereses y su ego a la propia democracia estadounidense”. Michelle Obama recordó insistió en que carece del temperamento para liderar a la nación más poderosa del planeta. “Si sus asesores no le dejan tuitear por qué deberíamos confiarle los códigos nucleares”, dijo aludiendo a una de las noticias de esta semana. Clinton lamentó “profundamente” el “tono de enfado” de esta campaña cuando alguien desde el público le espeto “no es culpa tuya” y la ex primera dama sonrió. Se la vio relajada tras semanas de montaña rusa emocional. “Ya sabemos lo suficiente sobre mi oponente, sabemos quién es. La verdadera pregunta para nosotros es qué clase de país queremos ser”. Clinton se disponía a cerrar su campaña con un mitin de medianoche en Carolina del Norte.
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