Los líderes europeos tenían la esperanza de desbloquear este fin de semana el tratado de libre comercio con Canadá (CETA en inglés) pero el Ejecutivo canadiense ha dicho basta y ha anunciado que de momento tira la toalla. Su ministra de Comercio, Chrystia Freeland, no seguirá negociando con el Gobierno de Valonia, la región de Bélgica que sigue vetando el pacto. “Parece evidente que la Unión Europea no está en disposición de tener un acuerdo internacional con un país que tiene valores tan europeos como Canadá. Canadá está decepcionada”, anunciaba entre lagrimas este viernes.
Desde que el Parlamento valón –las regiones belgas tienen competencias en política comercial– rechazara el viernes de la semana pasada dar plenos poderes al gobierno federal belga para aprobar el tratado, los teléfonos no han dejado de sonar y las reuniones se habían multiplicado. Entre el gobierno de Valonia y el Gobierno federal, que lidera el liberal francófono Charles Michel y que está de acuerdo con el contenido del pacto. Entre Valonia y Canadá. Y entre Valonia y la Comisión Europea, la institución encargada de negociar los acuerdos comerciales internacionales en nombre de los Veintiocho.
Pero ninguna de las aclaraciones incluidas en la declaración interpretativa anexa al pacto ha conseguido diluir las reticencias valonas. Ni las garantías en materia de agricultura ni sobre licitaciones públicas han sido suficientes para que el ministro presidente valón, Paul Magnette, aceparae dar vía libre provisional a un acuerdo cuya firma se ha empeñado en posponer. Según argumentaba este viernes, los avances siguen siendo insuficientes, especialmente en relación con los tribunales de arbitraje independientes destinados a resolver potenciales conflictos entre los estados y las multinacionales, un mecanismo que de todas formas no entraría en vigor ahora.
“Mañana, cuando haya conflictos entre los estados y las multinacionales, ¿quién decide?. ¿Las jurisdicciones nacionales o los mecanismos que, tal y como están descritos, no están claros?”, advertía durante una intervención en el Parlamento valón. “La cuestión es si aceptar a ciegas aunque haya algo que potencialmente puede ser un problema”, añadía. “Si no podemos llegar a un acuerdo comercial con Canadá no veo con quién sería posible cerrar acuerdos”, respondía un “boquiabierto” Jean-Claude Juncker, “sorprendido por el hecho de que celebramos un acuerdo comercial con Vietnam, que es mundialmente conocido por aplicar todos los principios democráticos” y se bloquee “un acuerdo con Canadá, esa dictadura como todos sabemos”, ironizaba.
Aunque el luxemburgués asegura no haber perdido la esperanza de cerrar un acuerdo en “los próximos días”, el primer ministro belga, Louis Michel, es mucho más pesimista. “No quiero echar leña al fuego” pero “no estoy tranquilo porque tengo la sensación de que ha habido una radicalización de las posturas del Gobierno valón”, admitía este viernes. Su sensación se confirmaba horas después.
“Durante el último mes hemos trabajado duramente con la Comisión Europea y muchos estados miembros, incluidos Alemania, Francia, Austria, Bulgaria, Rumanía [estos dos últimos tenían reservas que han levantado]. Canadá ha trabajado mucho y yo personalmente he trabajado mucho”, decía entre lagrimas Freeland. “Hemos decidido regresar a casa y estoy muy triste. Lo único bueno que puedo decir es que mañana estaré en casa con mis tres hijos”, añadía sin aclarar si es realmente el fin de las negociaciones. El primer ministro Justin Trudeau tenía previsto acudir el próximo jueves a Bruselas a firmar el pacto, pero la visita ha quedado en el aire.
Durante todo el día, los 28 jefes de Estado y de Gobierno de la UE han asistido desde la barrera a esta negociación in extremis pero con la confianza de que terminarían encontrando un texto de compromiso que responda a las preocupaciones expresadas por los valones. “Estamos preparados para decidir sobre algunas interpretaciones que esperamos que ayuden a los políticos de Valonia a llegar a un acuerdo” porque “este acuerdo es importante para nosotros. La economía canadiense es tan grande como la rusa, así que imagínense lo que significa para la UE”, indicaba la presidenta lituana, Dalia Gribauskaite.
Pese al nuevo fracaso, en la Comisión Europea no están dispuestos a tirar por la borda el trabajo de siete años y no dan las negociaciones por terminadas. “Estoy muy triste por el hecho de que las conversaciones se hayan detenido. Todavía espero que podamos encontrar una solución”, anunciaba en su cuenta de Twitter la comisaria de Comercio, Cecilia Malmström.
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