Hay dos frases atribuidas a la popular Dolores de Cospedal que, en todos estos años en que el ‘escándalo Gürtel’ ha protagonizado la actualidad política, se han hecho célebres. Una de ellas, la que utilizó para tratar de explicar algo inexplicable ‘per se’: que el PP supuestamente había cortado toda relación laboral con el extesorero Luis Bárcenas en el 2010 y que, sin embargo, continuó muchos meses después sufragando sus cotizaciones a la seguridad social, pagando a su secretaria, dotándole de un despacho y hasta de un chófer. “Fue un despido en diferido”, dijo la secretaria general para intentar justificar aquel desaguisado. La expresión se hizo viral.
La segunda de sus afirmaciones, más comprensible y pensada, supuso un durísimo mensaje interno que fue interpretado como la ruptura de la historia popular en dos épocas diferenciadas a la hora de defenderse de la corrupción, la de José María Aznar y la de Mariano Rajoy. “En el PP, quien la hace la paga y que cada palo aguante su vela”, sostuvo la dirigente conservadora en enero del 2013, cuando ya se habían publicado centenares de detalles sobre la relación del PP con la trama corupta de Francisco Correa y comenzaba a difundirse que Bárcenas escondía más de 20 millones en el extranjero (después se sabría que el montante es mayor). Surgieron entonces los primeros indicios de que el extesorero, con el beneplácito de sus superiores, gestionaba toda una red de pagos en negro para cargos populares sustentada en hipotéticas mordidas a donantes de dinero al PP que, como Correa, después eran vistos con mejores ojos a la hora de recibir adjudicaciones de las administraciones. Y de la que, parece, el propio Bárcenas también pudo beneficiarse directamente hasta alcanzar cifras mareantes.
Las alusiones a las “velas” de Cospedal coincidieron en el tiempo con una defensa encendida de ella y otros miembros del partido a la figura de Rajoy como presidente popular y su forma de gestionar la corrupción, así como con el lamento de Aznar y de los que fueron sus más estrechos colaboradores al comprobar que el equipo de Rajoy, en su opinión, no apostaba públicamente por su inocencia con el mismo ahínco. Este martes, en la Audiencia Nacional, ha arrancado el macrojuicio a la ‘Gürtel’ o a la corrupción que anidó en la sede de la calle Génova entre 1999 y el 2005 (el resto será juzgado en otros juicios). Se dictará veredicto sobre la ‘era Aznar’. Quizás por lo concreto de la época juzgada ahora los actuales dirigentes del PP, Cospedal y sus jóvenes vicesecretarios respiran tranquilos.
Dan por “amortizado” este escándalo ligado a Correa y consideran que ya han pagado por él en las urnas suficientemente. En un argumentario enviado este martes a todos los cargos populares se insiste en que los acusados han sido expulsados del partido o se han ido estando ya Rajoy al frente y que, además, la organización no está imputada. Lejos quedan los años en que era el juez Baltasar Garzón quien instruía la causa y los populares se defendían, bajo la batuta del veterano Federico Trillo, como un solo hombre bajo la premisa de que se había puesto en marcha una conspiración contra ellos desde el Gobierno socialista.
La estrategia ahora es otra. Se trata de subrayar el periodo que va a ser juzgado. El de Aznar, no el de Rajoy, “que echó a la ‘Gürtel’ del partido y por eso pasó lo que pasó”, sostienen, obviando el barceneo y todo lo que vino después. Fijarse en los años. Aquellos tiempos en que los que frecuentaban la sede central del PP se acostumbraron a ver el rostro bronceado de Correa. Ese que ahora se enfrenta a una petición de 125 años de prisión como supuesto cabecilla de una red corrupta que se hizo de oro a la sombra del PP.
En esos días, en los que Aznar reinaba en el partido, Correa era uno más de la familia popular, aunque su misión (la pública y oficial) fuera prestar servicios a la organización. A tanto llegó la cosa que él y su esposa formaron parte de la escogidísima lista de invitados de la boda de Ana Aznar Botella y Alejandro Agag, en el 2002. El empresario fue uno de los testigos del enlace por ser “íntimo” del novio. Las investigaciones se encargaron de aclarar, allá por el 2013, que la ‘red Gürtel’ se hizo cargo de parte de los gastos del pomposo bodorrio: 32.425 euros de los costes que asumieron por los festejos y que no cobraron a los recién casados. Fue “un regalo”, según dijo cuando se difundió la noticia Agag. Pero el apunte se incluyó en la contabilidad de la trama y está también en la Audiencia. Donde se juzga una era de corrupción en tiempos aznaristas.
El periodico