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El PSOE, 20 años sin líderes ni proyecto

La crisis sin precedentes que vive el PSOE ha vuelto a demostrar que el único auténtico líder del partido sigue siendo Felipe González. Ha bastado que el expresidente socialista diera el pistoletazo de salida con unas explosivas declaraciones para que los galgos, hasta entonces agazapados tras las fuentes anónimas o los lugartenientes-pantalla, se lanzaran a devorar la presa e intentaran derrocar a Pedro Sánchez.
Desde que González se retiró en 1997, el PSOE ha ido dando tumbos sin líder y sin proyecto. Le sucedió Joaquín Almunia, que perdió las elecciones del 2000 (mayoría absoluta de José María Aznar) y sacó 125 diputados, no solo sin un competidor tan fuerte en el mismo espacio como ahora es Podemos, sino aliado con la Izquierda Unida (IU) de Francisco Frutos.
La candidatura de Almunia fue fruto ya de una guerra interna, en la que el aparato del partido consiguió defenestrar a Josep Borrell, que en 1998 se había impuesto en las primeras primarias, con un 55% de los votos, al secretario general sucesor de González. Ciertamente, el PSOE volvió a gobernar tras los ocho años de Aznar, pero la etapa de José Luis Rodríguez Zapatero fue en realidad un accidente. Debió su triunfo a los errores del PP tras el terrible atentado de Atocha y después renovó el mandato en el 2008 merced a su avanzada gestión en el terreno de los derechos sociales y a la facilidad de repetir en la Moncloa a no ser que se cometan errores catastróficos. Pero Zapatero nunca dejó de ser lo que en el PP consideraban “un presidente accidental”. Así le llamaban, en contraste con los elogios que le han dedicado en los últimos días para fustigar a Sánchez. Ver para creer.
Alfredo Pérez Rubalcaba, posiblemente la mejor cabeza del PSOE tras Felipe González, llegó tarde al frente del partido porque su momento ideal hubiera sido el que ocupó Zapatero. Obtuvo 110 diputados en el 2011, inicio del declive que Sánchez ha culminado con los 90 escaños del 2015 (22% de los votos) y los 85 del 2016 (22,6%). Entre Almunia y Sánchez el PSOE ha perdido 2,5 millones de votos, 12 puntos porcentuales y 40 diputados en 16 años, con el paréntesis de Zapatero (164 y 169 escaños en el 2004 y el 2008, con porcentajes del 42,5% y del 43,8%, respectivamente).

Los tumbos del PSOE no solo afectan a la vertiente ideológica, desde la incoherencia del pacto de Almunia con IU hasta la falta de un proyecto autónomo socialdemócrata que se diferencie del neoliberalismo y corrija los excesos de la globalización. Alcanzan también a la política territorial. Desde el llamado pacto del Betis del congreso de Suresnes (1974), el socialismo andaluz siempre ha gobernado el partido o ha controlado a sus dirigentes hasta el punto de que el PSOE ha ido perdiendo fuerza en federaciones o partidos hermanos como Madrid, Comunidad Valenciana, Euskadi y Catalunya para quedar prácticamente reducido a una especie de Partido Nacionalista Andaluz que manda desde 1982.
En Madrid perdió la hegemonía a principios de los 90, en una federación en guerra interna permanente desde la época de Alonso Puerta (1979) hasta la de Tomás Gómez, derrocado en el 2015. En Valencia, la timidez frente al blaverismo y el PP provocó la caída de Joan Lerma en 1995 y 20 años de derrotas, y en Euskadi el PSOE ha alcanzado el suelo de los 9 diputados cuando en el 2009 tenía 25. En Catalunya, en fin, el proceso soberanista ha reducido al PSC a tercera o cuarta fuerza en el Parlament mientras que el granero que en el 2008 aportó 25 escaños a la victoria de Zapatero se ha vaciado de tal forma que solo contribuyó con 7 en las últimas generales.
Este retroceso se debe en parte a las indecisiones del PSOE al afrontar el problema territorial (ha pasado a tercera fuerza también en la otra nacionalidad histórica, Galicia). De la tímida Declaración de Santillana del Mar (2003), en la que Zapatero y un entonces en boga Pasqual Maragall arrastraron al PSOE a aceptar un nuevo Estatut para Catalunya, se pasó a la más avanzada en la vía federalista Declaración de Granada (2013), cocinada por Rubalcaba, Miquel Iceta y Pere Navarro. La apuesta federal del PSOE, sin embargo, siempre ha dado la impresión de que se la creían los socialistas catalanes y algunos más, pero no los barones que ahora se han rebelado contra Sánchez.
Al escepticismo contribuye la actuación en esta última crisis de Rodríguez Zapatero. ¿Cómo se entiende que el dirigente que defendía la España plurinacional y pactó con ERC se alinee ahora con Susana Díaz, que representa todo lo contrario?
El periodico

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