Estados Unidos revivió el sábado sus peores pesadillas después de que una bomba estallara en un calle residencial del barrio de neoyorkino de Chelsea, en plena Gran Manzana, hiriendo de poca gravedad a 29 personas. Horas después de la deflagración, la policía encontró otro artefacto a cuatro manzanas del lugar de la explosión. El gobernador de Nueva York, Andrew Cuomo, definió lo sucedido como un “acto de terrorismo”, aunque añadió que no hay indicios hasta ahora para vincularlo con el yihadismo. No fue el único sobresalto de la jornada. El Estado Islámico reivindicó el apuñalamiento de ocho personas en un centro comercial de Minnesota y una bomba casera explotó durante una carrera militar de beneficencia en Nueva Jersey.
Estos tres incidentes están llamados a insertar todavía más la seguridad nacional en el debate de esta recta final de la campaña para elegir al nuevo inquilino de la Casa Blanca. Donald Trump, que ha explotado de forma hiperbólica la renovada ansiedad de los estadounidenses ante el terrorismo, reaccionó a la explosión neoyorkina cuando la prensa trataba todavía de comprender qué había pasado. “Debo deciros que justo antes de que bajara del avión, una bomba explotó en Nueva York y nadie sabe exactamente qué está pasando”. Casi al mismo tiempo, Associated Press informaba de la llegada de los bomberos a Chelsea por una posible explosión en un edificio. Poco más se sabía. “Estamos viviendo en unos tiempos que más nos vale que nos pongamos duros”, añadió el candidato republicano.
Mucha más cautela demostró su rival, Hillary Clinton, que al igual que las autoridades neoyorkinas, no ha querido sacar conclusiones antes de que la investigación tenga datos suficientes para esclarecer lo sucedido. Por el momento, no parece hacer demasiados. No se saben los motivos del aparente atentado. Tampoco hay reivindicación ni detenidos. Y no se ha podido determinar si los dos artefactos serían obra del mismo grupo o individuo. En cualquier caso, el alcalde de Nueva York, Bill de Blasio, subrayó que “fue un acto intencionado”.
La explosión de Chelsea se produjo alrededor de las 20.30 hora local, cuando detonó un artefacto cargado con metralla y colocado, según algunas fuentes, en una caja de herramientas situada junto a un edificio en construcción. La deflagración hizo añicos las ventanas de la zona, dañó varios vehículos y provocó la estampida de decenas de personas que se encontraban en la zona, conocida por sus galerías de arte y su población gay. “Hizo un ruido fuerte, casi como un trueno, pero más ensordecedor”, le dijo un testigo a la agencia Associated Press.
Unas horas después, a unos cientos de metros de allí, la policía encontró otro artefacto casero en una bolsa de plástico que aparentemente contenía una olla a presión con cables y un teléfono adosado a ella. Ese es el método que utilizaron los hermanos Tsarnaev en el atentado contra la maratón de Boston del 2013, dos de los lobos solitarios que han protagonizado los atentados de corte yihadista de los últimos años. “Realmente hemos tenido mucha suerte de que no haya bajas”, dijo el gobernador Cuomo.
Las fuerzas de seguridad tratan de determinar ahora si hay relación entre los sucedido Nueva York, Nueva Jersey y Minnesota, tres incidentes más separados por la distancia que por el tiempo. Media hora antes de la explosión neoyorkina, un hombre vestido con uniforme de guarda de seguridad privado apuñaló a ocho personas en St. Cloud, una pequeña ciudad de Minnesota. Según la policía y al menos un testigo, hizo referencias a Alá y le preguntó a una de sus víctimas si era musulmán. Más tarde, uno de los órganos de la propaganda yihadista, definió al atacante como “un soldado del Estado Islámico” que llevó a cabo la operación “en respuesta al llamamiento para atacar a los ciudadanos de la coalición de cruzados”. La policía de Minnesota todavía no ha confirmado esa supuesta vinculación.
El sábado por la tarde también explotó una bomba casera colocada junto al recorrido de una carrera de beneficencia en un pueblo costero de Nueva Jersey. Esta vez no hubo heridos y la zona fue evacuada al tiempo que se suspendía la prueba deportiva. Las autoridades creen que la bomba estaba dirigida contra los participantes, muchos de ellos militares porque la carrera pretendía recoger fondos para los Marines. El retraso en la salida evitó males mayores.
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