Al más viejo estilo del eje franco-alemán, Angela Merkel y Emmanuel Macron han pactado este lunes una posición común que aspira a desatascar, por fin, el plan de choque europeo contra la crisis provocada por la covid-19. Berlín y París proponen un fondo de reconstrucción de medio billón de euros, financiado con una emisión de deuda conjunta con el aval de todos los Estados miembros y reembolsable a través del presupuesto de la UE.
La iniciativa de la canciller alemana y del presidente francés supone cesiones de ambas partes. Y, a falta de conocer la opinión de otros socios clave –como España, Países Bajos o Italia– puede servir de impulso para el proyecto del fondo europeo de reconstrucción, cuya creación se pactó en la cumbre europea del 23 de abril pero que no ha logrado avanzar un ápice desde entonces.
El plan anticipa también una primera respuesta geoestratégica a una crisis que puede mover las piezas del tablero mundial. Merkel ha subrayado durante la rueda de prensa posterior al encuentro (virtual) con Macron que plantarán cara a las numerosas fuerzas exteriores que buscan fomentar la división en Europa. Y el francés ha abogado por no repetir el error de la crisis financiera, cuando la falta de solidaridad europea fue aprovechada por potencias extranjeras, China en particular, para hacerse con el control de infraestructuras estratégicas, con el puerto griego de El Pireo como ejemplo más simbólico.
El tiempo dirá qué desarrollo tiene el capítulo geoestratégico del acuerdo, que también incluye la voluntad de establecer reservas europeas de equipamiento médico y la coordinación de las licitaciones para hacerse con vacunas y medicamentos.
Pero, de momento, la parte financiera del plan franco-alemán ya sirve para rescatar a la presidenta de la Comisión Europea, Ursula von der Leyen, desbordada por el furor del debate que el diseño del fondo ha provocado dentro de su propio organismo.
El compromiso franco-alemán ofrece una vía de escape a Von der Leyen, que podrá imponer a sus comisarios, sobre todo a los más reacios a ofrecer subsidios, un fondo similar al que ella tenía en mente desde hace semanas.
No es de extrañar que la presidenta de la Comisión se haya apresurado a dar la bienvenida a la propuesta. “Reconoce el ámbito y la dimensión del desafío económico que afronta Europa”, señaló Von der Leyen en un comunicado nada más conocerse el pacto logrado por el presidente francés y la canciller alemana.
Von der Leyen dispone ahora de un importante capital político para presentar el próximo 27 de mayo, tres semanas después de lo previsto, su proyecto de fondo de reconstrucción. El respaldo de las mayores capitales no garantiza el éxito de la iniciativa. Pero el camino de acercamiento recorrido por Berlín y París puede arrastrar hacia el acuerdo, previsiblemente, a Países Bajos y Austria, de un lado, y a Italia y España, del otro.
El fondo se construirá, tal y como se venía barajando, mediante una ampliación temporal del techo de gasto del presupuesto de la UE. Ese margen, cubierto por avales de los Estados, permitirá a la Comisión endeudarse por valor de 500.000 millones de euros, la mayor emisión de deuda conjunta llevada a cabo en la historia del organismo comunitario.
El acuerdo prevé que el fondo tenga fecha de caducidad. Pero la UE está muy acostumbrada a medidas provisionales que se perpetúan en el tiempo, empezando por su capitalidad en Bruselas. E, incluso si la emisión de deuda conjunta no se convierte en un embrión de eurobonos, el fondo puede lograr que la UE mantenga su credibilidad y su viabilidad como proyecto político de integración. Ambos activos estaban en peligro. Y aunque su pérdida hubiera sido mucho menos dolorosa que las decenas de miles de vidas que se ha cobrado la covid-19, el impacto de tamaño destrozo hubiera sido potencialmente catastrófico para el futuro de todo el continente.
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