Amodorrada. En muerte cerebral. Obsoleta. La OTAN ha encajado más improperios en los últimos tres años que en sus 70 años de historia. Y los virulentos ataques no llegan desde el exterior, sino desde los principales aliados. EE UU y Francia, las dos grandes potencias a ambos extremos del Atlántico, no disimulan su disgusto con la situación de una Alianza que esta semana celebra una cumbre en Londres (lunes y martes) en medio de una enorme tensión entre los aliados. La espoleta más peligrosa e inestable es el choque entre Macron y Erdogan, enfrentados por la intervención de Turquía en Siria.
Ambiente de funeral, más que de cumpleaños. La cumbre de la OTAN de esta semana en Londres estaba llamada a ser la conmemoración del 70º aniversario de la Alianza y la señal política de que, después del Brexit, el Reino Unido seguirá siendo una pieza clave para mantener el vínculo trasatlántico entre la UE y Estados Unidos.
Pero los preparativos de la cita han revelado que las discrepancias entre los aliados alcanzan cotas inimaginables hace solo unos años. Y que algunos de ellos, con Donald Trump y Emmanuel Macron a la cabeza, no comparten en absoluto la estrategia de una Alianza a la que consideran estancada en un análisis geoestratégico del siglo XX, centrado en Rusia como enemigo, y demasiado lenta en su adaptación a las verdaderas amenazas del siglo XXI.
“Estamos en un momento tan complicado como apasionante porque la historia se está reescribiendo delante de nosotros”, confiesa una alta fuente aliada involucrada en los preparativos de la cumbre de esta semana en la capital británica.
Por razones distintas, la pinza de Trump y Macron amenaza los fastos de Londres. Ambos líderes parecen dispuestos a amargarle el cumpleaños al secretario general de la OTAN, el noruego Jens Stoltenberg, que se ha visto desbordado por unos acontecimientos que pueden poner seriamente en duda su capacidad de liderazgo. La asistencia del presidente turco, Recep Tayyip Erdogan, puede rematar una cumbre que amenaza con convertirse en el símbolo de una Alianza más resquebrajada que nunca.
La espoleta que puso en peligro la cumbre fue la intervención de Turquía en territorio de Siria, el pasado mes de octubre, una acción unilateral del presidente Recep Tayyip Erdogan que ha enfurecido a Macron. Desde entonces, el presidente francés ha arremetido violentamente contra la pasividad de la OTAN, cuyo estado describió como de “muerte cerebral”, y ha llegado a poner en cuestión la ayuda mutua, el principio básico de la Alianza consagrado en el artículo 5 del Tratado de Washington.
Turquía se ha convertido en la bestia negra de París, tanto por su actuación en Siria como por haber adquirido el sistema ruso de defensa antiaérea S-400. Erdogan ha reaccionado virulentamente a los ataques de Macron, a quien espetó el pasado miércoles que son sus declaraciones las que denotan “muerte cerebral”.
Stoltenberg se desplazó el pasado jueves a París para intentar calmar las aguas. Pero lejos de amortiguar el golpe, el ex primer ministro noruego sufrió en público un chorreo de Macron ante el que apenas pudo reaccionar.
Tras un encuentro privado de una hora, el presidente francés, que ese mismo día había encajado la muerte de 13 soldados franceses en Malí, cuestionó en rueda de prensa no solo las grandes líneas de la estrategia reciente de la OTAN (con Rusia y China como potenciales objetivos) sino también la gestión de las últimas reuniones. Macron aboga por entenderse con Moscú y Pekín y concentrar los recursos en la lucha contra el terrorismo.
“El análisis de Macron de que Europa no está mental y culturalmente preparada para un mundo dominado por la competencia geopolítica me parece acertado. Sin embargo, sus sucesivas declaraciones sobre el papel de la OTAN y de la UE parecen un poco confusas, incluso erráticas”, señala Luis Simón, director de la oficina en Bruselas del Instituto Elcano. Él cree que EE UU puede compartir la tranquilidad de París respecto a Rusia. Pero duda de que Washington vaya a permitir que la OTAN se lave las manos respecto a China, “que es el principal problema estratégico de EE UU”.
“La cita de Londres no puede ser solo conmemorativa”, advierte una fuente francesa. “Debe haber un verdadero debate sobre el futuro de una organización en la que cada grupo de aliados parece tener intereses y prioridades diferentes”.
Crisis de identidad
Pero la ofensiva reformista de Macron provoca serias dudas ente los aliados. “Los del Este están de los nervios tras oír sus palabras sobre Rusia”, apunta una fuente aliada. Otros dudan sobre el alcance real del impulso del francés. Nadie olvida que Macron también lanzó soflamas reformistas similares en la UE y tras dos años y medio en el poder no ha logrado todavía que ninguno de sus grandes planes arranque.
La Alianza ya sufrió una primera crisis de identidad tras el fin de la guerra fría. Pero se esforzó por acometer una reestructuración y por intentar adaptarse a las nuevas necesidades de defensa de sus miembros. De 64 cuarteles generales en 1971 se pasó a siete en 2007 y de 24.000 empleados a 7.000 en el mismo período de tiempo, según las cifras de Claudia Major, investigadora del German Institute for International and Security Affairs.
La reconversión, sin embargo, no llegó acompañada de una revisión de los principios básicos de la Alianza, que sigue orientada básicamente a la defensa mutua en caso de una agresión militar clásica por parte de un país tercero. Y esa falta de adaptación ha desencadenado una segunda crisis de identidad, potencialmente más letal que la primera.
Claudia Major, en un reciente análisis sobre el futuro de la OTAN desde una perspectiva alemana, contempla tres posibilidades. Un statu quo mejorado, una retirada progresiva de EE UU con la consiguiente decadencia de la OTAN y el riesgo de seguridad para Europa, o una europeización de la Alianza, en la que Francia, Alemania y Reino Unido asumirían un creciente liderazgo. Stoltenberg no comparte la teoría de la europeización. “La OTAN es europea y americana, necesitamos ambas partes, no una u otra”, señaló el secretario general durante una reciente entrevista con EL PAÍS. El noruego recordaba, además, que después del Brexit, “el 80% del gasto en defensa de la OTAN será de aliados que no pertenecen a la UE”.
El pronóstico general entre los aliados, dado el ambiente reinante, es que la OTAN celebrará en Londres los 70 años entre un mar de dudas sobre cuánto tiempo tiene por delante de existencia.
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