La unidad del Gobierno francés desaparece ante temas delicados. Pasó hace unas semanas durante un debate sobre inmigración y ha vuelto a ocurrir ahora con el sempiterno asunto del velo islámico. Basta una polémica para que salgan a la luz las diferentes interpretaciones del laicismo que hacen los miembros del Ejecutivo en función de la familia política de la que procedan.
La mecha del escándalo la encendió el pasado viernes el miembro de Reagrupación Nacional (antiguo Frente Nacional) Julien Odoul al pedir con brutalidad a una madre que acompañaba a la clase de su hijo en hemiciclo del Consejo regional de Borgoña-Franco-Condado que se quitara el hiyab.
El vídeo colgado por el propio consejero en las redes sociales se hizo viral al mismo ritmo que crecía la indignación por unas imágenes en las que se aprecia el gesto de la madre consolando a su hijo. Incluso el partido de Marine Le Pen, compartiendo el fondo del asunto, las consideró humillantes. En el Gobierno, la condena fue unánime, pero no la posición sobre si conviene prohibir el velo a las madres que asisten a las visitas escolares de sus hijos.
Cruzada
El ministro de Educación, Jean Michel Blanquer, encabeza desde hace meses la cruzada de los partidarios de vetarlo. “El velo no es deseable en nuestra sociedad. Lo que dice sobre la condición femenina no se ajusta a nuestros valores. La ley no prohíbe a las mujeres con velo acompañar a los niños, pero no queremos alentar el fenómeno”, dijo este domingo a la cadena BFMTV.
Una visión que comparte el titular de Economía, Bruno Le Maire, pero no la portavoz del Ejecutivo, Sibeth Nidaye, quien admitió que, a título personal, no tenía “ningún problema” con el hecho de que una madre con velo salga con los alumnos a hacer una visita escolar.
Vía de integración
“La integración y la inclusión es hacer posible que quienes probablemente están encerradas en su comunidad estén en contacto con otras mujeres”, justificó. En esa misma línea se expresó Cédric O, secretario de Estado y antiguo consejero de Macron en el Elíseo.
Estas posturas opuestas revelan dos sensibilidades distintas a la hora de abordar el mismo fenómeno. Unos quieren reforzar el principio de laicismo, otros temen que ampliar la legislación en contra del velo exacerbe a los círculos extremistas.
Para intentar poner un poco de orden en la cacofonía de los últimos días, el primer ministro, Edouard Philippe, ha recordado este martes en la Asamblea Nacional que “se puede llevar un velo cuando se acompaña a una clase en una salida escolar” y que lo que prohíbe la ley es el proselitismo.
“La laicidad supone un doble principio: la libertad de los ciudadanos para creer o no creer y la neutralidad de los poderes públicos en lo que se refiere a los hechos religiosos”, ha subrayado. A su juicio, no se trata de hacer una ley sobre las personas que acompañan a los alumnos sino “luchar contra las derivas comunitarias”.
Mientras, Macron guarda silencio. Desde que inició su mandato no ha pronunciado ningún gran discurso sobre el laicismo o sobre el Islam. Aunque estaba previsto que lo hiciera el otoño pasado, el proyecto se aparcó al estallar la crisis de los chalecos amarillos.
¿Qué dice la ley?
Interpretaciones aparte, la legislación francesa es bastante clara. La neutralidad religiosa incumbe a funcionarios y trabajadores de un servicio público en contacto con los usuarios o que ejercen su labor en agencias estatales.
Los cargos electos solo tienen que cumplir el principio de neutralidad religiosa en actos oficiales. Por ejemplo, si una alcaldesa con velo quiere celebrar un matrimonio tendrá que quitárselo mientras dure la ceremonia pero podrá usarlo en un consejo municipal. En la universidad está permitido, pero desde 2004 no se admite en los centros públicos de primaria, secundaria y bachillerato.
En cuanto al objeto de la polémica, el caso de las madres que acompañan a niños y profesores durante las visitas escolares nada les obliga a quitárselo porque no ejercen ninguna misión pública.
En las empresas está vetado si se justifica por el tipo de actividad, motivos de seguridad, de higiene o de salud e incluso por una cuestión de imagen. Mientras, en la vía pública, parques, jardines y playas hay libertad para mostrar signos religiosos, pero desde el 2010 se prohíbe ocultar el rostro bajo un burka o un niqab por razones de seguridad.
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