La comisión de Asuntos Internacionales del Parlamento Europeo ha respaldado este martes el nombramiento de Josep Borrell como vicepresidente de la Comisión Europea y Alto Representante de Política Exterior de la UE. La decisión llega tras la audiencia del lunes en la que el ministro español de Exteriores en funciones se sometió al escrutinio de los eurodiputados durante tres horas. Borrell se ganó el apoyo de la comisión con una intervención en la que se mostró partidario de potenciar la voz internacional de la UE y de que la diplomacia comunitaria reaccione de manera más rápida y contundente que hasta ahora. El futuro Alto Representante dejó claro que no se conformará con ser un mero anfitrión de los consejos de ministros de Exteriores de la UE, papel que se atribuye a su predecesora en el cargo, Federica Mogherini. Borrell aseguró que intentará liderar ese consejo aun a riesgo de que sus propuestas sean rechazadas y de que su posición quede en minoría.
La luz verde de la comisión parlamentaria es el penúltimo paso antes de la toma de posesión. El pleno del Parlamento todavía debe aprobar al conjunto de la Comisión presidida por Ursula von der Leyen en una votación que requiere la mayoría de los votos emitidos y que se espera celebrar el 23 de octubre. Si el resultado es favorable, von der Leyen y su equipo, incluido Borrell, darán el relevo a la comisión de Jean-Claude Juncker el próximo uno de noviembre.
El ascenso de Borrell llega tras el acuerdo del Consejo Europeo del pasado dos de julio. El pacto alcanzado en aquella cumbre otorgó la presidencia de la Comisión a von der Leyen, conservadora alemán; la presidencia del Consejo Europeo a Charles Michel, liberal belga; y la jefatura de la diplomacia comunitaria al socialista español.
El reparto sentó las bases del tripartito en el que se apoyará está legislatura, después de que populares y socialistas perdieran por primera vez el control conjunto de la UE. La alianza necesita incluso el apoyo puntual de los Verdes, porque decisiones como el visto bueno a Borrell y al resto de comisarios necesitan el aval de dos tercios de los miembros de la comisión parlamentario, umbral que solo se alcanza con cuatro grupos parlamentarios.
Borrell ha superado ese umbral tras una audiencia en la que hizo un alarde de conocimiento relacionado con la cartera y logró encajar las preguntas incómodas que podían haberle provocado una reacción exasperada.
El candidato mantuvo el temple ante las dudas de algunos europarlamentarios sobre el caso de Abengoa, que llevó a la CNMC a imponer una multa a Borrell por uso de información privilegiada en la venta de acciones de esa compañía.
A Borrell le ayudó también la suavidad del interrogatorio, reveladora de un Parlamento que parece haber ajustado cuentas entre populares y socialistas (los dos grupos han visto ya rechazados a uno de sus candidatos a comisario) y que ahora apunta hacia una liberal, la francesa Sylvie Goulard.
El objetivo es “caza mayor”, señala una fuente comunitaria, porque derribar a Goulard equivale a abofetear políticamente a Emmanuel Macron. El presidente francés se ha convertido en la bestia negra de una parte del Parlamento, sobre todo de los más veteranos. La vieja guardia, en particular la del Partido Popular Europeo, no perdona a Macron que tumbara la candidatura del eurodiputado conservador Manfred Weber para hacerse con la presidencia de la Comisión. Los populares reprochan a Goulard el haber sido investigado por los pagos irregulares a un empleado durante su etapa como europarlamentaria, un caso que le supuso devolver 45.000 a las arcas de Bruselas y le costó la dimisión como ministra francesa de Defensa. Aun así, el Parlamento Europeo podría acabar aceptando la candidatura de la francesa a condición de retirarle una parte mínima de su potente cartera, que incluye desde la política de defensa (prioridad para París) a la política industrial o la audiovisual.
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