La calle argelina ahora también es de las mujeres. Son las once de la noche, víspera del viernes, el día de la movilización social que está haciendo historia en Argelia. A esta hora, los integrantes de la Agrupación de la Juventud Argelina (RJA), el actor más potente de la sociedad civil, ha organizado un debate público al aire libre bajo el tema “redes sociales y movilización”.
Decenas de personas se concentran con sed de hablar. Todos quieren tomar el micrófono y ser escuchados en un país en donde se impuso la prohibición a cualquier forma de organización, reunión grupal, manifestación o encuentro asociativo en la vía pública. “Tenemos que aprovechar este momento porque no sabemos qué ocurrirá mañana“, comenta un integrante del colectivo.
En mitad de la multitud, la mayoría hombres, se asoma Amina, con un llamativo vestido rojo, una larga melena oscura y un maquillaje discreto. Ella, desde que estallaron las protestas, no ha abandonado la calle como única herramienta legítima que pueda conducir Argelia hacia una democracia. Estudia música y considera que la mujer debe estar presente en todos los espacios de la movilización social.
Su participación en el Hirak traspasa las reivindicaciones generales que llaman a la transición hacia un Estado civil y abandera nuevos eslóganes: los derechos y libertades de las argelinas. “No tenemos derechos, vivimos marginadas especialmente en política porque la política es para los hombres y no hay lugar para las mujeres”, denuncia Amina. La sociedad argelina es profundamente patriarcal, especialmente desde los años dolorosos de la guerra civil que volvió a la mujer opaca.
Su turno
Así, este nuevo proceso ha sacado a la luz otra causa: la libertad de expresión y de opinión de las argelinas después de décadas de represión social. “Llevará tiempo nuestra liberación pero ya es un cambio ver a las mujeres salir solas sin que deban estar acompañadas por los argelinos. Ellos temen nuestra independencia e intentan limitarla”, continúa Amina. La rodean solo hombres, escuchan atentos, asienten con la cabeza pero la pregunta es si están realmente de acuerdo.
Es viernes, diez de la mañana, arranca la marcha y esta vez son miles las mujeres que descienden desde los barrios, en lo alto de la ciudad, hacia el edificio de Correos, el centro de la movilización. Conservadoras y liberales se fusionan en la vía pública, dispuestas a dejarse la garganta gritando en favor de otro sistema que libere el Estado.
Con el Hirak, las argelinas recuperan su plaza, ocupan la calle junto con los hombres, formándose una extraña mezcla, nunca vista desde la lucha de la liberación nacional en los tiempos de la colonia. Tanto es así que este nuevo espacio ha permitido el encuentro entre personas y romances espontáneos al grito de la Segunda República. “Tenemos que poner fin al rol de la mujer restringida al hogar o la cocina. Ya está bien. También estudiamos y trabajamos”, dice.
Avances lentos
Una joven estudiante de Canadá dice a EL PERIÓDICO que jamás se hubiera perdonado haberse perdido “esta ocasión histórica” y por ello, no tardó en tomar un vuelo, envolverse en la enseña argelina y echarse a las calles del centro de la ciudad. “Las mujeres tenemos igualmente que aprovechar esta coyuntura para alzar nuestra voz y exigir nuestros derechos en un país donde manda el hombre”, comenta la estudiante.
Sin embargo, aún siendo compartida por muchas argelinas que la causa feminista es una obligación, hay voces de mujeres que consideran que “este no es el momento“. “Sí, debemos reclamar nuestros derechos laborales, salariales y libertad pero ahora el objetivo es otro“, comenta una señora de mediana edad.
Una médico discrepa: “Este es el momento porque nuestra causa, la de la mujer, nunca encuentra ese momento. Es un tema muy sensible que a los hombres no le interesa”. “Mira, el hecho de que estemos sobre el terreno los dos géneros unidos es ya una liberación”, concluye.
el periodico