Más gasto en armamento, sí. Pero independencia estratégica, no. Estados Unidos ha advertido por escrito a la Unión Europea de que sus planes actuales de defensa están poniendo en peligro décadas de integración de la industria de defensa transatlántica y de cooperación militar a través de la OTAN.
La misiva, fechada el pasado 1 de mayo y a la que ha tenido acceso EL PAÍS, llega cargada de amenazas, más o menos veladas, de posibles represalias políticas y comerciales si Bruselas mantiene su intención de desarrollar proyectos europeos de armamento sin apenas contar con países terceros, ni siquiera con EE UU.
La diatriba del Departamento de Defensa contra los planes europeos agrava la tensión entre Europa y la Administración de Donald Trump cuando los ánimos ya estaban soliviantados por la negativa de Alemania y Reino Unido a impedir la participación de la empresa china Huawei en el desarrollo de la telefonía de quinta generación.
La reacción de EE UU llega poco después de que el Parlamento Europeo diese el visto bueno provisional, el pasado 18 de abril, a la creación de un Fondo Europeo de Defensa dotado con 13.000 millones de euros para el período 2021-2027. Washington, además, se opone a las condiciones generales de la llamada Cooperación Permanente Estructurada (PESCO, por sus siglas en inglés), por la que 25 países de la UE han iniciado el desarrollo de 34 proyectos de armamento.
“EE UU está profundamente preocupado con la aprobación del Reglamento del Fondo Europeo de Defensa y con las condiciones generales de la PESCO”, advierte la subsecretaria estadounidense de Defensa, Ellen Lord, en la carta dirigida a Federica Mogherini, la Alta Representante de Política Exterior de la UE.
El Reglamento permite que participen empresas extracomunitarias, pero exige que la propiedad intelectual del proyecto sea exclusivamente europea y no permite que países terceros impongan controles a la exportación del armamento construido. La participación en los proyectos de la PESCO también es limitada y sometida a la aprobación unánime de los países de la UE, por lo que Washington teme que el veto de un solo socio les deje fuera.
El durísimo texto americano acusa a la UE de desarrollar sus capacidades militares “de una manera que produce duplicación, sistemas militares que no son interoperativos, dispersión de los escasos recursos de defensa y una competencia innecesaria entre la OTAN y la UE”.
El Departamento estadounidense de Defensa advierte de que, a su juicio, el proyecto del Fondo y la PESCO “suponen una dramática marcha atrás después de tres décadas de creciente integración de la industria de defensa transatlántica”. Washington añade que “no solo se podría dañar la constructiva relación entre la OTAN y la UE, sino que potencialmente podría revivir las enfrentadas discusiones que dominaban hace 15 años nuestros contactos sobre las iniciativas europeas de defensa”.
“Estamos ante un claro conflicto de intereses”, señala Luis Simón, director de la Oficina del Real Instituto Elcano en Bruselas e investigador principal de ese centro de estudios. Simón recuerda que “la industria estadounidense tiene una presencia muy fuerte en el mercado europeo”. Y que EE UU observa los primeros pasos de la política europea de defensa, por tímidos que sean, como una potencial amenaza para su dominio tanto en el mercado europeo como en países terceros.
Pero el Gobierno de Donald Trump no se limita a expresar con dureza sus quejas y reproches. La carta de Lord, una veterana de la industria del armamento con más de 30 años de experiencia, también contiene serias advertencias y amenazas sobre las consecuencias que se desencadenarán si Bruselas sigue adelante con sus planes. “Está claro que si EE UU impone restricciones recíprocas similares no serían bienvenidas por nuestros socios y aliados europeos”, señala la subsecretaria de Defensa. “No nos gustaría tener que planteárnoslo en el futuro”, advierte. Y recuerda el multimillonario impacto que podría tener esa decisión en las empresas europeas del sector.
La carta recuerda que el año pasado se adjudicó a una empresa italiana, en asociación con Boeing, un contrato de 2.800 millones de dólares para desarrollar y construir nuevos helicópteros para la fuerza aérea estadounidense.
El año anterior, en 2017, el Departamento de Defensa estadounidense adquirió armamento de 12 empresas europeas por valor de 2.600 millones de dólares (unos 2.490 millones de euros). Y en 2016 concedió 118,7 millones de dólares en subsidios a empresas de 24 países de la UE para proyectos de I+D.
EE UU exige que se modifique el proyecto de Reglamento del Fondo para suprimir las condiciones sobre propiedad intelectual y control de exportaciones. Y que en PESCO se elimine el derecho de veto y que se permita al país que lidera cada proyecto invitar a las empresas que desee.
Ambos textos, sin embargo, ya fueron pactados en febrero de manera provisional por el Consejo de ministros de la UE y el Parlamento Europeo. “Este es un gran paso para hacer realidad la cooperación europea en defensa”, celebró entonces Jyrki Katainen, vicepresidente de la Comisión Europea. Washington exige ahora una humillante rectificación en una carta de la que ha enviado copia a Katainen y al presidente del Parlamento, Antonio Tajani.
“Antes de que los textos sigan adelante, les instamos a revisarlos con la mira puesta en nuestros objetivos compartidos a largo plazo para un partenariado de seguridad transatlántica”, conmina la misiva de Lord. “Con cambios menores (…) se podría aliviar nuestra preocupación”, minimiza la subsecretaria de Estado la enmienda a la totalidad al proyecto europeo.
Simón cree que “la inquietud de EE UU ha ido a más con el Brexit porque los británicos, con el apoyo de Berlín, eran garantía, de que la política europea de defensa, tanto desde el punto vista geoestratégico como del industrial, no sería discriminatoria hacia ellos”. La posible salida del Reino Unido de la UE, el acercamiento de Alemania a Francia en materia de defensa y la irrupción de la Comisión Europea en un terreno que le estaba vetado, han acabado por disparar las alarmas en Washington, según el director en Bruselas de Elcano.
Las propias empresas europeas, según Washington, se exponen a verse obligadas a elegir entre el mercado europeo y el estadounidense por culpa de las normas “envenenadas”, como las califica la carta, del Fondo Europeo de Defensa. Un grave dilema dado el gasto de EE UU (460.000 millones de euros) duplica al de Europa (210.000 millones).
Una consecuencia no buscada podría ser que las empresas europeas con actividad fuera de la UE (especialmente en el mercado de EE UU a través de acuerdos con empresas estadounidenses) tal vez decidan no participar en los proyectos PESCO para no arriesgarse a que su propiedad intelectual quede aislada dentro de la UE o “a incumplir las normas de EE UU sobre control de exportaciones”, advierte Lord.
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