El primer ministro japonés sabe que el punto débil del jefe del Estado y del Gobierno estadounidense es el ego y juega esa carta.
Sinzo Abe teme que el imprevisible Donald Trump acepte un trato con Pyongyang que le perjudique.
“El primer ministro Shinzo Abe de Japón me dio la copia de una carta preciosa de cinco folios que ha enviado a una gente que da una cosa que se llama el Premio Nobel. Me dijo: ‘Con todos mis respetos, le he nominado en nombre de Japón. Les he pedido que le den el Premio Nobel de la Paz’. Yo le dije: ‘Gracias. Mucha más gente piensa lo mismo'”.
Con esas modestas palabras el presidente de Estados Unidos anunció ‘urbi et orbi’ el viernes que Japón le había nominado al Nobel, en una declaración, cuando menos, extemporánea. Primero, porque el plazo de nominaciones al Nobel está abierto hasta el día 31 de enero. Y, segundo, porque el Comité del Nobel sólo desvela quién ha presentado la candidatura de una persona al galardón cuando han pasado 50 años. Claro que medio siglo es demasiado tiempo para Trump.
Pero apenas 48 horas después llegó la información del diario japonés ‘Asahi Shimbun’ que, citando a fuentes del Gobierno de ese país, explicaba que la diplomacia estadounidense había pedido a Abe que le nominara. La “carta preciosa de cinco folios” había sido, así pues, idea de Estados Unidos. De acuerdo con la información del ‘Asahi Shimbun’, EEUU envió “una solicitud informal” a Abe pidiéndole que presentara a Trump a ese premio que, según Trump, “mucha gente piensa” que se merece.
La actitud de Abe es consistente con su política hacia Trump. El primer ministro japonés sabe que el punto débil del jefe del Estado y del Gobierno estadounidense es el ego, y juega esa carta con habilidad extrema. En noviembre, en la cumbre del G-20 de Buenos Aires, Abe saludó a Trump con un memorable “deseo felicitarle por su histórica victoria en las elecciones de mitad de mandato en Estados Unidos”.
Dado que las elecciones de mitad de mandato a las que se refería Abe acababan de celebrarse, y en ellas el Partido Republicano había sufrido la mayor derrota electoral de cualquier partido en 44 años, batiendo su propio récord de 1974, justo después del escándalo del Watergate que forzó la dimisión del presidente de ese partido Richard Nixon, las palabras de Abe acaso podrían considerarse un ejercicio de sarcasmo. Todo indica, sin embargo, que Trump se las tomó en serio.
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