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La violencia racista sigue siendo un problema en Alemania

Aunque las cifras de ataques xenófobos se reducen ligeramente en las calles el discurso anti-inmigración gana peso en el parlamento.

Las agresiones xenófobas siguen siendo un problema en Alemania. Durante la primera mitad del 2018, el Gobierno federal registró hasta 700 ataques contra refugiados, crímenes entre los que se incluye violencia física, insultos, intentos de incendiar los refugios que los albergan e incitación al odio. Todos perpetrados por miembros de los sectores ultraderechistas más radicales del país.

Las cifras van a menos. Durante el mismo periodo del 2017 se registraron casi 800 ataques, mientras que en el total ascendieron a más de 2.200. En 2016, tras la acogida de cientos de miles de personas, Alemania registró un pico violento con más de 3.500 casos.

Sin embargo, organizaciones no gubernamentales como la antifascista Fundación Amadeu Antonio ponen en cuarentena los datos oficiales y hablan de más casos no registrados. Lejos del optimismo, la izquierda alemana ha señalado las razones políticas de esa violencia. “La agitación diaria contra los refugiados, ahora también desde el Parlamento con Alternativa para Alemania (AfD), tiene consecuencias concretas” dijo en agosto su portavoz, Ulla Jelpke.

No sin relación, líderes de las ramas más extremistas del partido ultraderechista como Björn Höcke, presidente del grupo en Thuringia, participaron en las turbulentas protestas anti-inmigración de Chemnitz de este verano, en la que grupos neonazis se pasearon por las calles de esta ciudad del Este alemán con el brazo alzado y atacando personas “de apariencia extranjera”.

Es especialmente en los seis estados de la antigua Alemania socialista donde se producen la mayoría de ataques racistas. Más golpeado por la desigualdad y la pobreza, ese territorio es desde hace años cuna de movimientos radicales como PEGIDA así como de la escena neonazi alemana.
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Más de 400.000 refugiados llegados al país tras 2015 ya tienen empleo completo o están en prácticas. Aunque el presidente de la patronal alemana dio el pasado viernes la razón a Merkel sobre la rápida integración de los inmigrantes, el propio partido de la cancillera ha coqueteado con el discurso de la ultraderecha. “La inmigración es la madre de todos los problemas”, llegó a decir Horst Seehofer, su ministro del Interior. Este martes el Tribunal Constitucional ha rechazado la denuncia de AfD contra las políticas migratorias del Gobierno.

Aunque la violencia racista se difumina ligeramente, el discurso anti-inmigración gana peso en el país. Este mismo martes la justicia alemana ha sentenciado a dos años y 10 meses de prisión a Mario Rönsch, un ultraderechista alemán detenido por haber vendido ilegalmente armas “contra los refugiados”. El nombre de su página web deja claro la manera en como una pequeña pero peligrosa parte de la población alemana pretende responder ante la llegada de solicitantes de asilo: “El miedo de los migrantes”.

el periodico

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