La Alianza realiza en Noruega sus mayores maniobras desde la Guerra Fría mientras Moscú anuncia una respuesta a la exhibición de fuerza.
Cinco explosiones terrestres y cuatro marítimas alertan de que algo va mal en el idílico fiordo de Trondheim, en el centro de Noruega. El país recibe una incursión militar de una potencia extranjera y su Ejército, junto al del resto de países de la OTAN, orquesta una respuesta por tierra, mar y aire. Esta ficción constituye el episodio estrella de Trident Juncture 2018, el mayor ejercicio militar realizado por la Alianza Atlántica desde la Guerra Fría, con 50.000 participantes. Pese a su carácter ficticio, la exhibición de músculo militar aliado a las puertas de Rusia irrita a sus autoridades, que han improvisado otra maniobra militar en la zona. Se trata de una prueba de misiles que arrancará este jueves. La tensión está asegurada.
“Espero que Rusia se comporte con profesionalidad. Eso no cambia los planes de nuestro ejercicio, aunque por supuesto seguiremos de cerca lo que hagan”, respondió este martes el secretario general de la OTAN, Jens Stoltenberg, poco antes de la exhibición militar en Trondheim, a la que fue invitado EL PAÍS. La respuesta rusa, que tendrá como escenario las aguas internacionales del mar de Noruega, se notificó la semana pasada.
Ese enésimo desencuentro entre dos fuerzas que convivieron en relativa armonía desde principios de los años noventa hasta 2014 proporcionó un marco de realidad a la escenificación noruega. Tras las palabras del líder de la OTAN, alrededor de 3.000 soldados de diferentes países aliados, 22 barcos de guerra, 42 aviones y 14 helicópteros se congregaron en Byneset, un pequeño territorio de esa región escandinava, para mostrar garra militar. Tras una hora de acrobacias en el aire, sucesiones de disparos y agitación marítima, los aliados vencieron al misterioso enemigo, que no apareció en ningún momento en escena. Entretanto, dos aviones medicalizados aterrizaban a escasos metros de la docena de casas de madera que poblaban la escena. Todo sin alterar un ápice el armónico paisaje escandinavo, adornado con una pequeña cima nevada.
Noruega, el país de origen del líder de la OTAN —Stoltenberg fue primer ministro durante nueve años—, lleva años preparándose para este reto. La anterior edición, en 2015, había transcurrido en el vecindario sur de la Alianza (España, Portugal e Italia). “Noruega se ofreció porque queríamos demostrar que somos capaces de traer a todas estas fuerzas hasta aquí”, explica May Brith Valen Odlo, destacada ahora en el Mando de la Fuerza Conjunta de la OTAN en Nápoles, que combate las amenazas del Sur. Aunque el ejercicio completo se desarrolla estos días, las primeras unidades llegaron a Noruega el pasado 17 de agosto y el último barco se marchará el 28 de diciembre, precisa esta militar noruega. “El ejercicio es algo único; una oportunidad para demostrar la unidad de la Alianza”, añade su compañero Darko Pntaric, comandante en esa misma misión.
Más allá de disuadir a cualquier potencial invasor —un escenario considerado muy remoto—, el ejercicio persigue reforzar la idea de defensa colectiva entre los propios miembros de la OTAN. Aún así, el primero que la cuestiona es el presidente estadounidense, Donald Trump, al sugerir que quien no gaste lo suficiente en defensa no está protegido. “Existe una determinación por demostrar que la OTAN puede funcionar de manera conjunta. Por eso lo más importante es el número de naciones que participan”, argumenta el coronel Luis Villar, que presta apoyo al despliegue aéreo de Trident Juncture desde la base de Kallax (Suecia). Además de los 29 países aliados, participan en las operaciones Suecia y Finlandia, dos países neutrales, pero cada vez más cercanos a la Alianza por las crecientes inquietudes que experimentan respecto a su vecino ruso.
Riesgo de ciberataques
Más allá de los militares españoles destacados por parte de la OTAN, el Ejército español ha enviado a 1.800 personas, según datos del Estado Mayor de la Defensa. También ha aportado siete aviones, dos buques y más de un centenar de vehículos. Aunque es uno de los países que más recursos provee, el protagonismo de sus fuerzas en el despliegue de Noruega es limitado.
La colosal puesta en escena de una hipótesis militar clásica —un ataque convencional extranjero— contrasta con la naturaleza real de las amenazas actuales. Un ciberataque proveniente de un Estado hostil resulta hoy mucho más verosímil que una incursión terrestre. La voz que narraba el ejercicio practicado este martes alertaba de un “elevado nivel de sofisticación” en los ciberataques, que pueden ser “tan peligrosos como un ataque convencional”. Pese a todo, los juegos de guerra siguen librándose en escenarios físicos.
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