La relación directa que hace la sociedad con la gordura como un sinónimo de enfermedad suele ser el centro de la polémica que motiva al “activismo gordo”. A qué prejuicios se enfrentan las personas por su peso, cuáles son las consecuencias a corto y largo plazo, y la opinión de los expertos.
Un niño que es molestado por sus compañeros de clase por su peso, una adolescente que se encuentra mirándose al espejo una y otra vez, sin encontrar consuelo porque los cánones de belleza dicen que ella está pasada de peso y que no es una persona sana. De todo esto se trata el fat shaming, moneda corriente en muchos ámbitos sociales, que busca que una persona con un peso mayor al promedio se sienta avergonzada.
Ashley Graham empezó a modelar a los 12 años. Su peso, mayor al promedio, la convertía en un blanco de críticas constantes y de apodos crueles: “Mientras modelaba la gente me decía que era hermosa, pero en el colegio me decían que era fea, que no era una modelo real, que era una modelo gorda. Era humillante. Me hacía tener un perfil bajo e internalizar estas cuestiones. Odiaba ir a la escuela”. Hoy, Graham está entre las 10 top models mejor pagas del mundo, la única modelo curvy en hacerse lugar entre nombres como Kendall Jenner y Gisele Bündchen.
Más cerca, en la Argentina, la activista gorda Lux Moreno -filósofa y autora de Gorda vanidosa: sobre la gordura en la era del espectáculo (Ariel)- es ex federada en natación. Un día, se inscribió en una pileta. En traje de baño, con antiparras, ojotas, gorro y enfundada en un toallón, se acercó al profesor, que, con solo un vistazo, sin hacerle ninguna pregunta sobre su experiencia previa, la mandó al andarivel donde practicaban los principiantes. Ella era una experta nadadora, pero, como era gorda, enseguida asumieron que no había hecho ni un solo deporte en toda su vida.
Los prejuicios a los que se enfrentan los gordos son siempre los mismos, según describe Moreno: que no son sanos, no se ejercitan o no son ágiles, son vagos, solo son deseables en tanto fetiche pero no por su corporalidad diversa, son feos, entre muchos otros. Pero el problema, según el activismo gordo, es la relación que hace la comunidad médica entre gordura y enfermedad.
Un estudio realizado en el 2014 por la Facultad de Medicina de la Universidad de San Pablo, Brasil, reveló que entre un tercio y tres cuartas partes de las personas clasificadas como obesas son metabólicamente saludables. No muestran signos de presión arterial elevada, resistencia a la insulina o colesterol alto. Mientras tanto, alrededor de una cuarta parte de las personas sin sobrepeso tiene alguna de las enfermedades que se les atribuyen diariamente a las personas gordas.
“Lamentablemente el fat shaming está impregnado en la sociedad. En todos lados, no solo en Argentina. Muchos van al médico por cuestiones que nada tienen que ver con su peso, y los profesionales se focalizan ahí, y a veces el problema es otro. Esta discriminación genera mucha frustración”, describió a Infobae Sharon Haywood, fundadora y directora de AnyBody Argentina.
Y es que para Haywood la responsabilidad y falta de conciencia también ocurre por la manera en la que los médicos y los profesionales de la salud abordan a sus pacientes: “La gordofobia está instalada en el mundo y los profesionales de la salud deberían tener cuidado para no hacer daño”.
“Me gustaría que la comunidad médica prestara más atención, porque uno puede estar sano independientemente de su peso. La salud es algo muy personal y cada persona es un mundo”, enfatizó la fundadora de AnyBody en Argentina.
Los prejuicios, la vergüenza del cuerpo a los ojos de la sociedad y de la comunidad médica son problemáticas instaladas a nivel mundial. De hecho, un estudio realizado en el 2008 por la Universidad de Florida, Estados Unidos, reveló que casi la mitad de las niñas de 3 a 6 años dicen que les preocupa estar gordas.
El costo emocional de no cumplir con los parámetros es tan fuerte que muchos de los pacientes que van a un nutricionista no pueden pesarse mirando la balanza o se esconden detrás de capas y capas de ropa.
Para la médica pediatra especialista en nutrición Débora Setton (MN 78390), en la primera consulta, las palabras que utilice el profesional con el paciente tienen mucha importancia. “Como profesionales debemos evitar sobrepresionar; es muy importante ser cuidadoso con las palabras y ver por qué es que viene el paciente y personalizar la situación, intentar generar un vínculo de confianza para que la persona se sienta cómoda”, comentó a Infobae.
Los problemas alimenticios que sufrió Lux Moreno comenzaron cuando finalizó un régimen estricto de tres años. Desde los 13 años hasta los 16 hizo dieta con una nutricionista que, como ella describe, era “la Gestapo de los alimentos”. Cuando llegó a su peso deseable, le preguntó cómo seguían y la profesional le dijo: “Vos ya sabés cómo comer”. “La verdad es que en ese tiempo de ‘tratamiento’ jamás me explicó demasiado y lo único que estaba muy presente era que volver a ser gorda significaba volver a la invisibilidad social”, recordó.
“Hay pacientes que entran y lo primero que quieren es pesarse. En ese caso la responsabilidad que tengo es la de preguntarle por qué asistió a la consulta y evitar con los más chicos decir cuántos kilos debe bajar, sino poner el foco en que el peso y estatura van cambiando y que todo va a estar bien”, enfatizó la médica pediátrica. “Es un trabajo en conjunto, con la familia, con su entorno y siempre implica un cambio de vida en el paciente pero debemos evitar que sea traumática la experiencia para que sea algo ameno”.
Las dietas restrictivas son el peor enemigo de cualquier persona que intenta seguir al pie de la letra la palabra de su nutricionista o muchas veces, de las conocidas dietas generales que no sirven a largo plazo.
La nutricionista Agustina Murcho (MN 7888) dijo a Infobae que los factores que atribuyen al sobrepeso de una persona son muchos, pero que lo importante es intentar dejar de lado ciertos mitos que no hacen más que crear barreras entre las personas: “Hay una realidad, las dietas son muchas veces sinónimos de prohibición de comida y ni siquiera se le hace un estudio del perfil hormonal o chequeos sino que se le adjudica a la comida toda la culpa y en realidad el error más grande es pretender que una persona siga una dieta estricta prohibitiva porque no es sostenible en el tiempo”.
“Es fundamental saber que cada persona es un mundo y que antes que nada son personas, y que es importante realizar un plan en conjunto para que la persona pueda ver resultados que la hagan feliz a sus ojos, no a los ojos de nadie”, concluyó Murcho.
La comunidad médica, ¿un aliado o un enemigo?
Un estudio realizado en el 2013 reveló que los médicos le dedicaban más tiempo a la gente flaca y tenían una menor relación emocional durante la consulta. “Si la noción de gordo en la cultura se identifica como aquella persona que no es saludable, no es bello y que no está en forma, esto se refuerza a partir de los dispositivos de la salud hegemónica, la industria dietética, las grandes cadenas de gimnasios y las formas propias de nuestra sociedad de consumo en las que hace visible o invisible a un cuerpo”, describió Moreno.
Para la doctora Claudia Amburgo de Rabinovich, médica psicoanalista, especialista en niños y adolescentes, la problemática se esconde detrás del mensaje que quiera dar la persona. “Hay que separar dos conceptos importantes: el comer de más y la voracidad. Cuando la segunda provoca en ese niño, adolescente o persona un sufrimiento donde es burlado por los demás y empieza a tener dificultades en la parte social y se ve aliado del sedentarismo es cuando el entorno debe acudir a un psicoanalista para intentar revertir la situación”, describió a Infobae.
Todos los profesionales coincidieron en que las personas deben buscar refugio entre sus seres queridos pero también en un abanico de profesionales que puedan abarcar las necesidades sin desviarse del problema de salud que tienen en el momento. No todo pasa por la gordura.
Saliendo del ámbito médico, una investigación realizada en el 2017 demostró que de 500 empleadores que recibieron una foto,- ni siquiera curriculum vitae-, de una mujer gorda, negaron la solicitud mientras que el 21% de los que vieron la foto dijeron que la mujer era poco profesional por su aspecto, sin saber que esa persona estaba capacitada y aplicaba perfectamente para el puesto.
Todo pareciera indicar que revertir la situación y la mirada hacia la gordura es un camino al que todavía le queda mucho por andar, ya que, según Patrick Corrigan, editor de la revista Stigma and Health, incluso los esfuerzos mejor intencionados para reducir el estigma se rompen ante la realidad. Y de esto trató un estudio realizado por la Universidad de Yale sobre los prejuicios, los modelos a seguir en la televisión y el bullying que reciben a diario las personas gordas por ser quienes son.
“Lo que me pasó para aceptar mi cuerpo fue que descreí de las normas corporales que decían que yo no era sana o deseable. Ese fue el click, como una especie de revancha contra toda esa discriminación. Dejé de padecer esas presiones culturales y sociales para empezar a trazar otra experiencia posible de mi cuerpo”. Y así comenzó un viaje de ida para Moreno.
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