La cifra de menores se dispara en el último año por los efectos contraproducentes de las políticas de Trump.
La odisea de los niños inmigrantes detenidos en Estados Unidos saltó a las portadas de todo el mundo a principios de verano, cuando trascendió que las autoridades estaban separando a los menores de sus padres para confinarlos en entornos y condiciones que dejaban mucho que desear. Los tribunales forzaron a la Administración Trump a suspender la separación de familias en la frontera, pero la detención de los menores nunca se interrumpió. Todo lo contrario. De los 2.700 niños que esperaban encerrados a que alguien los reclamara en mayo del 2017 se ha pasado a 12.800, según datos oficiales obtenidos por ‘The New York Times’, una cifra que pone en evidencia los efectos contraproducentes que han tenido las políticas de mano dura de la Casa Blanca.
La explosión del número de menores detenidos no se explica por el aumento de las llegadas de niños indocumentados, que se habría mantenido en los niveles habituales. Tiene más que ver con las dificultades para darles una salida una vez entran en la red de centros de internamiento y de acogida que sirve de estadio transitorio para su puesta en libertad. Para que los menores salgan de ese laberinto administrativo es necesario que sus parientes o amigos de sus familias, con residencia en EEUU, los reclamen y se hagan cargo de ellos, pero esas reclamaciones han caído significativamente por el endurecimiento de los trámites administrativos y el miedo que las políticas de Trump han creado entre la población inmigrante.
Capacidad máxima
Como resultado de esta dinámica, el sistema está llegando a su capacidad máxima y los costes se han disparado. Por no hablar del estrés de unos menores que aguardan en un limbo esperando a que alguien los reclame. “Están aumentando los costes y se está prolongando el drama de estos niños”, ha dicho la diputada demócrata, Rosa DeLauro. La mayoría de menores viaja hasta la frontera sin compañía de sus familiares, generalmente en los trenes de carga que atraviesan México y que cada día transportan a cientos de simpapeles. El grueso son adolescentes centroamericanos. Y los que son apresados acaban en el centenar de centros de internamiento con los que cuenta el sistema.
La Administración Trump ha respondido afirmando que es difícil darles salida ante el elevado número de menores que cruzan la frontera y las solicitudes de asilo que reciben. Y ha aprovechado la renovada atención de la prensa para pedir al Congreso que actúe para sellar la frontera y reformar el sistema. “El número de niños extranjeros que cruzan sin compañía es un síntoma de que nuestro sistema inmigratorio está roto”, ha dicho el Departamento de Salud y Servicios Sociales.
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