El rublo cae con fuerza mientras la popularidad del líder del Kremlin se resiente por vez primera desde la anexión de Crimea.
El fantasma de una nueva y brutal devaluación del rublo planeó con fuerza durante unas horas. Hace solo unos días, en EEUU, un grupo de legisladores republicanos y demócratas daba una nueva vuelta de tuerca al paquete de sanciones contra Rusia ya en vigor, presentando un proyecto de ley que incluye más cortapisas a las transacciones en deuda soberana, a proyectos de energía e incluso a las importaciones de aluminio. De aprobarse, dirigentes políticos y oligarcas próximos al Kremlin también sufrirían nuevas restricciones.
En cuestión de minutos, la divisa nacional rusa perdió posiciones, cotizándose, al finalizar la jornada, en torno a los 67 unidades por dólar, después de haber sufrido ya, a principios de agosto, una importante depreciación, también tras airearse una nueva tanda correctiva contra Moscú.
Pero no son solo las relaciones con el mundo exterior las que atraviesan una zona de turbulencias. El debate sobre la reforma de las pensiones, que contempla incrementos sustanciales en la edad de jubilación de los ciudadanos rusos, está batiendo las hasta ahora tranquilas aguas de la politica interior rusa, y los planes del Ejecutivo se están topando con una resistencia inusitada, no solo por parte de la oposición extraparlamentaria, algo que era de esperar, sino también desde fuerzas políticas condescendientes con el Gobierno, como los sindicatos o los partidos no oficialistas presentes en la Duma. Incluso la popularidad del presidente se ha resentido, perdiendo más de 10 puntos y situándose en un 63% de aprobación, una cifra no registrada desde antes de la anexión de Crimea en el 2014 y mediocre para lo que ha venido siendo habitual en los últimos años.
Todo apunta a que Rusia experimentará un complicado arranque del curso político, al tiempo que irá a la baja la estabilidad interna de la que ha venido alardeando el Kremlin en los últimos años.
Maniobras de injerencia
Los instigadores de las nuevas sanciones en EEUU sostienen que Rusia sigue promoviendo maniobras de injerencia en los procesos electorales de EEUU, en concreto de cara a las próximas elecciones de medio mandato, y quieren enviar un mensaje de contudencia al presidente ruso para prevenir nuevas tentativas de pirateo. “El actual régimen de sanciones no ha logrado desalentar a Rusia para interferir en los comicios”, ha apuntado recientemente el senador republicano, Lindsey Graham.
Suceda lo que sea en la cita electoral de noviembre, lo cierto es que solo la posibilidad de nuevas medidas de represalia contra Rusia ha eliminado de un plumazo la satisfacción que se había instalado en los círculos de poder en Moscú tras la cumbre entre Vladímir Putin y Donald Trump en Helsinki en julio. “En el plano político, conducirán a un mayor deterioro de las relaciones ruso-estadounidenses”, ha augurado Vladímir Batiuk, director del Centro de Estudios Político-Militares del Instituto EEUU-Canadá, en declaraciones recogidas por Ria-Nóvosti. “Todos las sensaciones positivas que se constataron tras el encuentro entre los dos presidentes en Helsinki van a ser contrarrestadas”, ha valorado.
Mientras se concentran nubarrones en el horizonte de las relaciones exteriores del país, en el frente interno el debate político viene cargado debido a la reforma del sistema de pensiones, algo que, tal y como reconoce en ‘The Moscow Times’ el comentarista Vladislav Inozemtsev, no solo es “impopular”, sino también “políticamente peligroso”.
Coincidiendo con el Mundial
La medida original, planteada por el Gobierno del consumido Dmitri Medvédev coincidiendo con la inauguración del Mundial de fútbol, prevé un sustancial incremento de la edad de jubilación tanto en hombres y mujeres. Los primeros se retirarían a los 65 años, es decir, cinco más que en la actualidad, mientras que las segundas a los 63, siete más que a fecha de hoy. Y todo ello en un país en el que la esperanza de vida para los varones se sitúa en 67,5 años.
La enconada oposición que la medida suscitó entre la ciudadanía ha sorprendido incluso a sus instigadores. No solo la rechaza la oposición extraparlamentaria capitaneada por Alekséi Navalny, que ya ha convocado una masiva protesta en todo el territorio nacional para el próximo 9 de septiembre, sino también las fuerzas pertenecientes al establishment, como los sindicatos o los partidos políticos no oficialistas presentes en la Duma, la Cámara Baja del Parlamento.
De hecho, en la primera votación parlamentaria, la propuesta recibió 108 votos en contra, procedentes de las filas comunistas, ultranacionalistas y de Rusia Justa. Incluso algunos diputados del partido progubernamental Rusia Unida se ausentaron misteriosamente de la cámara en el momento de la votación.
Consciente del potencial desestabilizador de la controversia, el presidente Putin decidió salir a la palestra el pasado miércoles para atemperar el impacto social en una declaración televisada, planteando mejoras en el periodo y las condiciones de jubilación para las mujeres y las madres de familia. La solemnidad que líder del Kremlin imprimió al acto, que solo en Moscú congregó ante la pantalla a millones de televidentes, da buena cuenta de su inquietud ante la posibilidad de que el debate se radicalice y descarrile.
Las modificaciones introducidas por el jefe del Estado, sin embargo, no han calmado los ánimos. Miles de personas han desfilado este domingo por el centro de varias ciudades rusas, incluyendo Moscú y San Petersburgo, protestando contra los planes gubernamentales.
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