Haak Soon Paik, uno de los principales expertos surcoreanos en Corea del Norte, dice que si Trump abandona la negociación con Pyongyang, EEUU se quedará aislado, y tanto China como Seúl seguirán con el proceso
Kim Jong-un recibirá al presidente de Corea del Sur en Pyongyang en septiembre
Máximo responsable del Centro de Estudios de Corea del Norte del Instituto Sejong de Corea del Sur, uno de los principales ‘think tank’ de la nación asiática, Haak Soon Paik es uno de los politólogos surcoreanos más reputados. Formado en las universidades de Pensilvania y Harvard (EEUU), el experto en Corea del Norte -autor de obras como ‘Historia del Poder en Corea del Norte’ o ‘Los militares en la política de Corea del Norte’- se ha desempeñado también como asesor del Ministerio de Exteriores, del Unificación y del Parlamento local.
La política de Donald Trump respecto a la Península de Corea se ha caracterizado por su carácter errático y sus repetidas exigencias de tono mercantilista en torno al despliegue de tropas de EEUU en Corea del Sur, ¿sigue siendo Washington un aliado de confianza para Seúl?
Trump no tiene un estilo convencional de liderazgo. Es muy impredecible y es cierto que cambia de forma rápida. Como líder de EEUU nos plantea muchas muchas dudas, apoyamos sin reparo su forma de negociar con Corea del Norte. Estábamos esperando este cambio (en el proceso de aproximación con Pyongyang) que se ha producido gracias a su decisión de negociar este asunto desde el liderazgo (directamente con Kim Jong-un). Piense que el año pasado nos enfrentamos a la amenaza de guerra nuclear. Con Trump y Kim Jong-un hablando de su botón nuclear. Es increíble e inaceptable ver como jugaban con la carta nuclear. Podía haber sido una catástrofe y por eso tenemos que secundar este cambio político de Trump.
¿Cree usted que el acuerdo de Singapur supondrá la desnuclearización de Corea del Norte o simplemente la suspensión de ensayos nucleares y de misiles?
Creo que Kim Jong-un ha tomado una decisión crucial. Quiere poner fin a la era de la confrontación y abrir una nueva etapa. En realidad pretende implementar una política que se diseñó décadas atrás. El colapso oficial de la Unión Soviética se produjo en diciembre de 1991. Poco antes, en octubre, el politburó del Partido de los Trabajadores (el núcleo del poder norcoreano) se reunió en Pyongyang y adoptó una decisión pragmática: anticipándose a la desaparición de la URSS, tenían que acercarse a EEUU para utilizarla como elemento de equilibrio frente a la influencia de China (siempre fueron unos expertos en establecer un balance entre la URSS y China) y para ello había que firmar un tratado de paz, normalizar las relaciones y promover el desarrollo económico del país, con asistencia norteamericana. Debían ofrecer algo a cambio: su ambición de desarrollar un programa nuclear y aceptar la presencia de tropas de EEUU en la Península. Kim Il-sung envió a su brazo derecho de aquella época a Nueva York en 1992 con esa propuesta pero EEUU no la aceptó porque pensó que se aproximaba el final del régimen. Pyongyang volvió a repetir la oferta en varias ocasiones: en 1994, 1996, durante el encuentro entre los líderes de las dos coreas en el año 2000 y cuando la secretaria de Estado Madeleine Albright visitó a Kim Jong-il ese mismo año. Para Corea del Norte se trata de una estrategia de supervivencia y desarrollo.
Pero la cuestión es: ¿Por qué tendría Kim Jong-un que desmantelar su programa nuclear si puede aprovecharse de la rivalidad entre Washington y Pekín?
La gente asume que Kim Jong-un se ha comprometido la desnuclearización de su país, pero lo que aceptó es negociar sobre esa desnuclearización. ¿Qué significa eso? Pyongyang exige que se elimine la amenaza que supone EEUU y pide cooperación económica. Corea del Norte usa el armamento nuclear de forma instrumental. En 2017, reforzó sus capacidades atómicas hasta completar su programa. Lanzó un misil intercontinental pero en un ángulo vertical. Si lo hubiera lanzado sobre Guam o siguiendo una trayectoria normal habría cruzado la línea roja marcada por EEUU. Pero se detuvo ahí. Para Kim Jong-un el desarrollo de su programa nuclear ha sido una herramienta diplomática para forzar a EEUU a negociar. Pero Corea del Norte sabe que la destrucción de sus instalaciones y armamento nuclear es algo irreversible, y las promesas de EEUU pueden cambiar con las próximas elecciones. En sus conversaciones privadas, los norcoreanos siempre se preguntan: ¿De qué sirve negociar con Washington si la próxima administración puede cambiar las decisiones que adopta el Gobierno actual? Y tienen razón. Por eso quiere negociar. Para EEUU este proceso también era necesario. Han conseguido lo que querían, una moratoria de los ensayos de misiles y armas nucleares. Trump hablaba de una respuesta nuclear pero no era más que un argumento político, irrealizable. Si recurres a un ataque nuclear tienes que estar seguro al 100 por 100 de que eliminas a todo el liderazgo norcoreano y cualquier respuesta del mismo tipo. Nadie puede asegurar eso.
Corea del Norte lleva décadas inculcando la aversión hacia EEUU y de repente, el presidente de esa nación, Donald Trump, aparece estrechando la mano de Kim Jong-un en los principales medios de propaganda del país. ¿No supone eso también un desafío ideológico para el régimen?
No. Piense primero en la aproximación actual de Vietnam a EEUU, cuando ambos protagonizaron una terrible guerra en el pasado. Además, recuerde que Corea del Norte es un sistema basado en un Líder Supremo. Es como el rey absoluto. La gente dice que como las armas nucleares están incluidas en la constitución del país sería muy difícil desmantelar el programa atómico, pero en Corea del Norte si el Líder Supremo decide algo, todo el mundo lo implementa de forma automática. Ahora ha cambiado de política estratégica y ha decidido centrarse en el desarrollo económico. Si el Líder Supremo dice que los americanos son amigos, lo son. Por otra parte, la apertura económica coincide con el interés de su pueblo que quiere más prosperidad. Pese a la cerrazón de Corea del Norte, su población sabe lo que ocurre en China y en Corea del Sur, y quieren que su país avance en esa dirección. Kim Jong-un ya ha adoptado varios pasos aperturistas en la misma dirección que tomó Deng Xiaoping (en China). Ha creado una veintena de zonas económicas de desarrollo especial (como hizo el ex líder chino a partir de 1979). Ha introducido reformas estructurales en la agricultura, la industria y los servicios, y eso ha incrementado la producción.
Piensa que Kim Jong-un podría ser el Deng Xiaoping de Corea del Norte?.
Sí. Sólo hay que ver la cantidad de representantes norcoreanos que Kim Jong-un está enviando a China para que se familiaricen con las medidas que adoptó ese país. Kim Jong-un prometió a su país que mejoraría su nivel de vida (en su primer discurso como dirigente). Vivió en Suiza, conoce la sociedad occidental. Si tenemos que resumir con una palabra la atmósfera que se vive en la sociedad norcoreana durante estos días ese término es “cambio”. Para los norcoreanos, Kim Jong-un es el símbolo del cambio. En nuestras entrevistas con los desertores hemos confirmado que es mucho más popular que su padre.
¿Qué ocurrirá sí Trump decide suspender el proceso de negociación con Pyongyang?.
China y Rusia seguirán implicados en este diálogo. Kim Jong-un es consciente de esta nueva realidad y por eso está usando a China como apoyo para lidiar con EEUU. Además también está Corea del Sur, que es un elemento clave. Si Donald Trump decide retirarse, Washington se quedaría fuera del proceso. Seúl también seguiría conversando con Pyongyang. Nadie tiene derecho a frustrar las aspiraciones de los coreanos a vivir en paz.
¿Hasta qué punto tantas décadas de división convierten la reunificación de la Península en una utopía?.
La postura de Seúl es que la unificación tiene que afrontarse de forma gradual. Corea del Norte tampoco quiere ser absorbida por Corea del Sur, pero es consciente de los beneficios que conlleva la colaboración bilateral. Siendo francos, todos somos conscientes de que la hipótesis de la unificación es más remota que antaño. En Corea del Sur no queremos una unificación rápida porque tendría un coste descomunal, llevaría al colapso del desarrollo que hemos conseguido. No podemos sacrificar nuestra economía y nuestra democracia. Pyongyang tiene que afrontar una transformación, tanto económica como social, hasta alcanzar el momento decisivo al que se enfrentó Mijail Gorbachov, en la antigua Unión Soviética: continuar aferrados al sistema de Líder Supremo o cambiarlo. ¿Cuántos años o décadas llevará esta evolución? Puede que ocurra mucho antes de lo que pensamos. La unificación no es una prioridad, la paz sí lo es.
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