El 55% de los estadounidenses reza a diario, mientras que en Canadá lo hace el 25% de los habitantes y en el Reino Unido, el 6 por ciento. Una estadística excepcional para las economías ricas.
El 55% de los habitantes de los Estados Unidos reza todos los días. Lo cual no sería llamativo en un país con un producto bruto interno (PBI) por persona de menos de USD 2.000. Pero en un país con un PBI per cápita de USD 57.467, es una anomalía estadística: ese porcentaje baja al 25% en Canadá, el 22% en la Unión Europea, el 18% en Australia y el 6% en el Reino Unido.
El promedio mundial de adhesión religiosa en las naciones con un PBI por habitante de más de USD 30.000 es de 40%. Y en el mundo entero, es de 49%: incluso en la estadística más general, los Estados Unidos se destacan por la fe de sus residentes.
Según un estudio del Pew Research Center (PRC), los estadounidenses rezan con más frecuencia, son más proclives a asistir a servicios religiosos semanales y le dan una importancia mayor a la religión que los adultos en otras democracias occidentales prósperas. “En realidad, en lo que respecta a sus hábitos de plegarias, los estadounidenses se parecen más a las personas de las naciones pobres o en desarrollo, incluidas Sudáfrica (52%), Bolivia (56%) y Bangladesh (57%)”, comparó el ensayo.
La idea del vínculo invertido entre religiosidad y desarrollo económico es conocida. Hace tres años, un estudio similar del PRC encontró que países pobres como Etiopía, Senegal e Indonesia encabezaban la lista de los más religiosos, con 98%, 97% y 95%, respectivamente, de adhesión de sus habitantes a alguna fe. En cambio, en las economías robustas de Francia, Japón y China los porcentajes descendían a 14%, 11% y 3% respectivamente.
En una línea similar, en 2009 una encuesta de Gallup halló que en las naciones con un PBI de menos de USD 2.000 el 95% de los habitantes consideraban que la religión era importante en sus vidas, pero que a partir de un PBI de USD 25.000 ese número bajaba al 47 por ciento.
Al analizar el fenómeno, Vox recordó la expresión de la “brecha religiosa” que acuñaron los sociólogos Pippa Norris y Ronald Inglehart en 2004. “En su libro Sacred and Secular: Religion and Politics Worldwide (Lo sagrado y lo secular: la religión y la política en el mundo) propusieron que en las sociedades donde los individuos son más vulnerables, en parte como resultado de la pobreza, la religión es una fuerza más sólida para la cohesión social y emocional”.
En cambio, en las sociedades más ricas y estables la religión pierde su condición de fuerza de unión necesaria, y de hecho la secularización se cuenta entre los indicadores del crecimiento económico. “Un estudio publicado este año en Science Advances halló que la mayor secularización de un país anticipaba su crecimiento económico”, agregó Vox.
Desde la radicación de los colonos por razones religiosas hasta su actual variedad —un mercado religioso abierto, donde puede prosperar cualquier denominación—, el territorio de los Estados Unidos se ha convertido en un espacio político para la fe. Alexis de Tocqueville, el pensador politico francés del siglo XIX, escribió sobre el enorme papel de la religión en la sociedad estadounidense en su libro La democracia en América, recordó el texto del PRC.
Una de las investigadoras del centro, Dalia Fahmy, sugirió a Vox que la religiosidad podía estar vinculada con la desigualdad económica interna, no con el PBI en general: en los países donde hay mucha diferencia entre los más ricos y los más pobres, hay también una tasa más alta de fe entre los habitantes. En ese contexto, la creencia espiritual vuelve a ser un factor de cohesión social.
Con todo, aunque la religiosidad en los Estados Unidos es tan alta, en los últimos años se ha visto afectada por la secularización que se ve en muchas partes del mundo occidental. “Estudios anteriores —citó el ensayo del PRC– han mostrado una declinación leve pero estable de la cantidad total de estadounidenses que dicen que creen en Dios”. Esa tendencia se alinea con un factor generacional: los menores de 40 años tienden menos a rezar, asistir a ceremonias religiosas e identificarse con una fe que sus mayores.
Infobae