La posibilidad de un ‘no deal’ desata la incertidumbre y el pánico entre los británicos
Theresa May anuncia que a partir de ahora dirigirá las negociaciones del Brexit
Irlanda se prepara para un Brexit sin acuerdo
La ola de calor ha dejado paso a los nubarrones del ‘no deal’. Los británicos desayunan estos días con noticias cada vez más inquietantes sobre todo lo que pasaría después del 29-M si se rompe la baraja entre Londres y Bruselas. Los brexiteros acusan a Theresa May de estar metiendo miedo a la población para lograr el apoyo a su devaluado plan en 12 puntos.
Ajena al revuelo causado por las primeras alarmas, May sigue adelante con sus planes para difundir este verano hasta 70 ‘avisos ténicos’ destinados a las empresas y a los consumidores británicos ante la posibilidad del ‘no deal’. Los planes de contingencia están por si escaso ya en marcha. Todo esto podría pasar si se consuma el peor Brexit posible.
Acopio de víveres
“No hay planes para implicar al Ejército en esto”, fue la respuesta seca de un portavoz de Downing Street ante la noticia difundida estos días por ‘The Times’: los soldados británicos podrían llegar a movilizarse para garantizar el suministro de alimentos y medicinas a las partes más remotas del país en el caso de un ‘no deal’. “No estamos asustando a los caballos, estamos siendo simplemente realistas”, aseguraba al diario londinense un alto funcionario del Gobierno que ha participado en los planes de contingencia.
Según uno de los escenarios elaborados por el propio Departamento del Brexit, los supermercados del sureste de Inglaterra y de la alta Escocia podrían quedar desabastecidos en apenas dos días. El llamamiento efectuado por el Gobierno a las grandes superficies para que almacenan provisiones como medida preventiva ha creado la alarma entre la población y ha provocado la reacción airada de los minoristas: No hay espacio para almacenar comida y nuestras cadenas de suministro son muy frágiles”, según explica Helen Dickinson, directora del British Retail Consortium.
La combinación de un Brexit ‘duro’ y la sequía rampante puede ocasionar una auténtica crisis alimentaria en cuestión de meses, advierten los expertos, que recuerdan cómo el Reino Unido no se enfrentaba a una tesitura comparable desde la Segunda Guerra Mundial. “Ni la flotilla de convoys del Atlántico entre 1940-45 podría esta vez paliar la situación”, advierte el profesor Tim Lang, de la Universidad de Londres, que recuerda que el Reino Unido produce el 49% de los alimentos que consume y cómo el 30% procede de países de la Unión Europea (el 40% en el caso de las frutas y verduras, que llegan sobre todo de España).
En los hospitales, mientras, podrían faltar medicinas básicas al cabo de dos semanas. El Servicio Nacional de Salud (NHS) está haciendo ya acopio de medicinas importadas de la Unión Europea, mientras Londres se resigna a perder la Agencia Europea de Medicamentos (EMA, por sus siglas en inglés), que está acelerando su traslado a Ámsterdam tras el Brexit.
Caos aeroportuario
De Rotterdam a Zeebrugge, de Dover a Calais, el “divorcio brutal” del Reino Unido y la UE podría crear el caos en los puertos europeos, según ha advertido la ministra francesa de Asuntos Europeos, Nathalie Loiseau. Los franceses ya se están preparando, pero los más previsores han sido los holandeses, que han decidido contratar 950 agentes de aduanas, incluyendo el aeropuerto de Schiphol.
El puerto de Dover, la principal vía de entrada y salida de mercancías en las islas británicas, podría quedar colapsado desde el primer día, en caso de un hipotético ‘no deal’. El condado de Kent podría quedar convertido en un gigantesco aparcamiento para camiones y las colas podrían llegar hasta las puertas de Londres, según la advertencia que ha sido lanzada por el Eurotúnel.
El 62% de las importaciones del Reino Unido pasan bajo el Canal de la Mancha, a razón de 200 trenes diarios de carga. “Frutas y vegetales, pescado de Escocia, alimentos procesados, productos farmacéuticos, piezas de coches…, por el Eurotúnel circula todo sin ninguna fricción, como si viajara de Manchester a Londres”, advierte John Keefe, director de Get Link, la empresa que gestiona el trasiego ferroviario con el viejo continente. “Todo eso podría saltar por los aires si hay una falta de acuerdo con Bruselas”.
El peor Brexit posible podría dejar también en tierra a los aviones en el Reino Unido, según ha advertido el consejero delegado de Ryanair, el irlandés Michael O’Leary. Si Londres decide salirse del Espacio Europeo de Aviación Común (ECAA) y no firma a tiempo un acuerdo bilateral como el de Suiza, los cielos se poblarán de nubarrones para millones de turistas británicos y será probablemente el fin de la era ‘low cost’.
La frontera ‘dura’ en Irlanda
La frontera de 360 kilómetros entre las dos Irlandas sólo existe en los mapas. El tránsito de una a otra es imperceptible y lo marcan en todo caso los límites de velocidad (de millas a kilómetros). El mercado único y el Acuerdo de Viernes Santo borraron del mapa los 18 puntos aduaneros y los 200 pasos de carretera que dividían la isla.
Vestidos con uniformes de la Segunda Guerra Mundial y con señales bilingües en inglés y en gaélico, los vecinos de Dundalk llevan meses escenificando cómo sería la vuelta a la frontera dura, que se interpreta como un paso atrás de 20 años y como una amenaza para la paz.
La libertad de movimientos entre las dos Irlandas (unos 35.000 vehículos diarios) quedaría protegida por la Zona de Viaje Común, anterior a la creación de la Unión Europea. Pero el flujo de mercancías, especialmente las agrícolas, se vería gravemente afectado. Las promesas de Londres de una frontera “sin fricciones” choca con los límites de la tecnología: sería necesario volver a instalar algún tipo de infraestructuras.
El primer ministro irlandés, Leo Varadkar, acaba de anunciar un plan para el ‘no deal’ que incluye la contratación de 1.000 nuevos agentes de aduanas y veterinarios. La vuelta a la frontera dura afectaría también al tráfico ferroviario entre las dos Irlandas y de una manera muy especial a los camiones-bala de Guinness.
Unos 13.000 camiones cargados de cerveza recorren todos los años el trayecto entre la planta de Dublín y la embotelladora de Belfast. Cada media hora de espera en una supuesta aduana podría encarecer los gastos de transporte en 100 euros. El Brexit duro podría traducirse pues en un inevitable aumento del precio de la pinta de Guinness, el auténtico elemento unificador de la isla.
Gibraltar
Si la frontera en Irlanda está siendo uno de los puntos más duros a negociar en este divorcio entre la Unión Europea y Reino Unido, en Gibraltar, al existir ya una división física, el acuerdo no debía ser a priori tan complicado. Sin embargo, tal y como informó recientemente el Gobierno español a la Comisión Europea, el problema se encuentra en la falta de interés mostrada por el Ejecutivo británico y el escaso avance en las negociaciones, que decidirán, entre otras cosas, si la Roca puede beneficiarse o no del acuerdo de transición de 21 meses que comenzará el 30 de marzo de 2019.
El propio Michel Barnier, representante de la UE en la negociación del Brexit, ya insistió tras la última reunión en que un acuerdo sobre la frontera de Gibraltar, que cada día atraviesan más de 35.000 personas, es necesario, mientras que el Ejecutivo español mantiene sus peticiones de un control compartido del aeropuerto y una mayor colaboración entre ambas autoridades para erradicar el contrabando de tabaco y la evasión de impuestos.
“Creemos que es fundamental que ambas delegaciones, la británica y la española, redoblen sus esfuerzos para encontrar una solución. Sería peligroso subestimar la necesidad que existe de llegar a un acuerdo, por lo que tenemos que evitar llegar a un punto crítico”, explicó una fuente diplomática española a ‘The Guardian’. “Todavía es posible llegar a ese acuerdo, pero estamos preocupados por el retraso. Redoblaremos nuestros esfuerzos durante los próximos dos meses y confiaremos en que el Gobierno británico hará lo mismo”.
Los derechos de los europeos
Los derechos de los ciudadanos europeos viviendo en Reino Unido -y los de los británicos repartidos por la UE- parecen mucho más asegurados que el resto de áreas en el caso de una ruptura brusca. Gracias al acuerdo de salida que hay ahora mismo en vigor se ha conseguido evitar el temido limbo legal después del 29 de marzo de 2019. Mientras que el Parlamento británico no decida elaborar una nueva legislación, la situación seguirá siendo la misma para los inmigrantes de los 27 que residan en las islas.
El problema, según ha trasladado a este periódico el equipo legal del grupo de defensa de los europeos the3million, es que, ante un escenario en el que no haya acuerdo, la Cámara de los Comunes podría tener preparado ese paquete de medidas para implementarlo desde el primer día en que sea posible. Aunque parece bastante poco probable que desde Londres o Bruselas se decidan a dar pasos que perjudiquen los derechos bilaterales de los ciudadanos.
“Por supuesto que es posible que lleguemos a un escenario de ‘no deal’, dado el clima político y la falta de preparación del Gobierno británico, que ha provocado que se pierda la mayor parte del tiempo de los últimos dos años”, asegura Nicolas Hatton, cofundador de the3million.
“La buena noticia es que ya existe un acuerdo en cuanto a derechos de los ciudadanos. Y aunque esté lejos de ser perfecto, podría ser una razón viable para aislar el tema del resto de las negociaciones. Si no hay acuerdo en el resto de áreas, que al menos lo único que quede en pie sea esto”, añade Hatton.
El futuro de las pensiones
Reino Unido teme además por la posibilidad de que, en un escenario en el que no haya acuerdo de salida con la UE, el hecho de que los británicos expatriados reciban el pago de sus pensiones privadas sea “ilegal”, tal y como valoró el director general de la Asociación de Aseguradoras Británicas, Huw Evans, cuando fue preguntado en sede parlamentaria, lo que desató la alarma sobre todo entre los que menos apoyan el plan propuesto en Chequers por la primera ministra británica.
“Se trata de un riesgo más que plausible si no se llega a un acuerdo de salida con la UE”, aseguró Evans, que más tarde intentó “evitar el pánico” asegurando que los 38 millones de contratos que se verían potencialmente comprometidos no estarían en riesgo en todos los países.
A pesar de que parece muy difícil que pueda llegarse a una situación en la que las pensiones públicas, así como los servicios sanitarios, no estén garantizados con la misma reciprocidad que existe actualmente, pagos como el de pensiones privadas o la cobertura de las aseguradoras podrían verse comprometidos una vez que el país abandone la comunidad.
De hecho, algunos expertos llegan a apuntar a que ocurriría lo mismo con el sistema actual de la Tarjeta Sanitaria Europea.
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