Bruselas y Tokio defienden “un sistema basado en reglas y contrario al proteccionismo”.
La Unión Europea mira a Asia en busca de alternativas al repliegue estadounidense. El bloque comunitario ha firmado este martes con Japón el mayor acuerdo comercial de su historia. Para dejar claro que la alianza trasciende lo comercial, ambos socios han acordado también crear la mayor área mundial de transferencia de datos y un marco estratégico que amplíe la cooperación a dominios como el cambio climático, la migración y la seguridad. Como antítesis a la política de Donald Trump, Bruselas y Tokio pretenden “enviar un mensaje potente para promover el comercio libre, justo y basado en reglas y contrario al proteccionismo”.
La breve gira asiática que han realizado esta semana los líderes de las instituciones europeas concluye con compromisos que implican a las dos potencias de ese continente: China y Japón. El más tangible es el segundo, que ha permitido cerrar —aún con un fleco pendiente— un tratado que elimina la mayor parte de las barreras comerciales para dos bloques que representan casi un tercio de la economía mundial.
En un mensaje diseñado para que se escuchase en Estados Unidos, el presidente de la Comisión Europea, Jean-Claude Juncker, señaló desde Tokio: “En lo que a nosotros respecta, no hay protección en el proteccionismo. Y no hay unidad en el unilateralismo”. Juncker compareció junto al primer ministro de Japón, Shinzo Abe, y el presidente del Consejo Europeo, Donald Tusk, para escenificar ese pacto, que ya sellaron políticamente hace un año, pero que solo ahora está prácticamente finalizado. “La firma de este acuerdo muestra al mundo la voluntad política inquebrantable de Japón y de la UE de convertirse en los campeones del intercambio libre y de guiar al mundo en esta dirección mientras se extiende el proteccionismo”, añadió Abe. Todos los procesos se han acelerado para enfatizar en este momento que Europa y Japón sí defienden la libertad de flujos comerciales.
La Comisión Europea, con competencias exclusivas en comercio, defiende las ventajas de haber pactado con la cuarta economía mundial. Cuando el tratado entre en vigor —Bruselas confía en que sea en 2019—, las exportaciones a ese país crecerán un 13%, según estimaciones oficiales. Y las empresas europeas se ahorrarán 1.000 millones de euros al año en aranceles de acceso a ese mercado. El arroz, un producto muy sensible para Japón, quedará fuera de la liberalización comercial.
Consciente de que las bondades del libre comercio suscitan dudas en muchos colectivos en Europa, no solo en la Administración Trump, Bruselas resalta el refuerzo de los estándares internacionales (por ejemplo en seguridad alimentaria o automovilística). También defiende que los Estados preservan su capacidad para regular el sector público sin interferencias privadas, uno de los riesgos que generó inquietud durante la negociación con Estados Unidos del ya enterrado TTIP y durante el proceso de aprobación del CETA, el tratado entre Europa y Canadá. Al contrario que el canadiense, que aún se aplica provisionalmente porque deben ratificarlo todos los Parlamentos nacionales de la UE, el pacto con Japón solo tiene que ser aprobado por las instituciones comunitarias. Algunos sectores críticos con este esquema, como Los Verdes, han lamentado la decisión.
Protección de datos
Más allá del comercio, los líderes europeos y japonés se comprometen a reconocer mutuamente sus sistemas de protección de datos, de forma que se garantice la libre circulación (por ejemplo, de los datos de usuarios con fines comerciales) porque las autoridades de ambos bloques aplicarán estándares similares. Los datos se han convertido en una fuente de recursos económicos (compañías como Google o Facebook basan su negocio en ellos) y por eso los acuerdos internacionales los contemplan cada vez más.
Pese a la hostilidad trumpiana, Europa no renuncia a lograr algún tipo de entendimiento con Estados Unidos. La Comisión Europea y la Casa Blanca han confirmado este martes que Trump recibirá en Washington al presidente Juncker el próximo 25 de julio. Ambos líderes abordarán prioridades como la política exterior y de seguridad, la lucha contra el terrorismo, el suministro energético y el crecimiento económico. También tratarán de “mejorar el comercio trasatlántico y de crear una asociación económica más fuerte”, según la lista de asuntos pactada por Bruselas y Washington.
el Pais