Veinte años después llegó otra vez la selección de Francia para capturar la Copa del Mundo de Fútbol. El capitán galo en aquel imborrable 12 de julio de 1998, Didier Deschamps, observó desde el puesto de entrenador este 15 de julio del 2018 cómo su discípulo Hugo Lloris elevó al cielo lluvioso de Moscú el resplandeciente trofeo, luego de ganarle 4-2 a la corajuda Croacia.
No hubo cuarta película croata, no porque no pudieran, sino porque no lograron abrir la defensa de Francia una y otra vez, uno de los puntos más altos de los galos en todo el mundial. Francia interpretó mejor la final, regaló el balón a los croatas y esperó pacientemente para descargar toda su potencia en ataque.
Es que los galos no juegan «bonito» o «feo», se adaptan a lo que ocurre en cada partido. No obstante, se las arreglan para hacerle uno o cuatro goles al rival sin mirar el palmarés del adversario. Con un centro del campo especializado en desbaratar las acciones del contrario y un ataque balanceado, Les Bleus supieron solventar cada compromiso en forma ascendente. Su temeridad se hizo sentir varias veces en pocos minutos y dejó finiquitado los juegos.
Ahora toca el disfrute y el paseo de la Copa Mundial por los Campos Elíseos, el Arco del Triunfo y la Torre Eiffel.
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