A la vez que Rusia se aleja de Occidente, Putin busca reducir su dependencia alimentaria del extranjero, sobre todo de la Unión Europea y de EEUU. Por eso, las empresas estatales agroalimentarias y otros agricultores están importando tecnología extranjera y, por ejemplo, manzanos, aunque vengan desde países a miles de kilómetros. Por ahora, Rusia se ha convertido en uno de los mayores productores de trigo y otros cereales del mundo.
Para entender cómo el presidente Vladimir Putin está desvinculando a los rusos de la comida extranjera, basta con mirar a los manzanos que crecen en la región de Krasnodar, cerca del Mar Negro, donde en otro tiempo floreció la huerta de la era soviética. Estos manzanos son importados, y en su mayoría provienen de Italia.
Rusia es el mayor importador de manzanas del mundo porque las variedades locales se pudren y pierden sus propiedades mucho más rápido que las cultivadas en Europa o China y los compradores a menudo prefieren el sabor de la fruta importada.
Cuando el gigante agrícola AFG National Group intentó mejorar la oferta de manzanas en 2015, en lugar de utilizar cultivos locales, la empresa importó 143.000 árboles desde campos que están a más de 3.000 kilómetros de distancia. El nuevo huerto, cerca de las montañas del Cáucaso, producirá alrededor de 8.000 toneladas de manzanas Gala, Red Delicious y Granny Smith este año.
“Al decidir utilizar la última tecnología en las plantaciones, nos dimos cuenta de que, desafortunadamente, la investigación nacional en este área muy atrasada con respecto a las principales tendencias europeas y mundiales”, asegura Oleg Ryanov, que dirige la unidad de huertos en AFG, empresa que hasta la inversión en manzanas en Krasnodar cultivaba principalmente arroz en 70.000 hectáreas en el sur de Rusia. “Desde el principio seguimos el ejemplo de los países europeos”.
Cada vez es más normal ver a Rusia adquiriendo equipos y conocimientos de fuera del país para expandir la producción agrícola. Durante la última década, esta estrategia ayudó a crear un gigante exportador de cultivos importantes como el trigo y la cebada. Pero los consumidores aún dependen de lácteos, frutas y verduras extranjeras, por lo que los agricultores están importando mejores semillas, invernaderos e incluso vacas lecheras para mejorar la capacidad nacional.
Tecnología extranjera
La inversión agrícola llegó a 374.700 millones de rublos (6.600 millones de dólares) en 2017, un 3,1% más que el año anterior, según datos del Gobierno. Si bien no se calcula cuánto de eso se destinó a tecnología extranjera, las importaciones pueden representar entre el 20 y el 90% de lo que les cuesta a los agricultores poner en marcha una nueva producción, según Agriconsult, una consultora con sede en San Petersburgo.
Pero se necesita más inversión para que Rusia sea más autosuficiente, destaca Putin a los agricultores la semana pasada en un foro en Krasnodar. Además de importar más manzanas que cualquier otro país, Rusia sigue siendo el tercer mayor comprador de tomates extranjeros y el segundo importador de queso, por el peso del producto.
“La cantidad de equipos importados es grande”, comenta Andrey Golokhvastov, director general de Agriconsult. “Es caro pero fiable. Hay algunos sustitutos locales, pero no son tan efectivos”.
El sentimiento de urgencia para rehacer la agricultura nacional ha aumentado desde que Putin prohibió la importación de ciertos alimentos en 2014, en represalia por las sanciones impuestas por la Unión Europea y Estados Unidos tras las incursiones rusas en Crimea. La ayuda del Gobierno junto con el hundimiento del rublo han convertido a Rusia en uno de los graneros del mundo.
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